«Artemisa no es Artemisa»; y aunque estas cuatro palabras con las que inicio mi comentario parecieran el asomo de un trabalenguas, intento recordar que una provincia es la gran unión de sus municipios. Quienes no residimos en la cabecera provincial, entendemos a la perfección el porqué de dicha aclaración y su importancia -con total juicio- para ser mejores.
Concluyó la segunda edición del festival Artemisa Mestiza y corresponde a la prensa poner mirada crítica en su despliegue durante cuatro días. Ojalá hacerlo con claridad y seriedad se convierta en hábito de cuánta actividad cultural ocurra en nuestro territorio, por el bien de todos… para entendernos y favorecer su calidad.
Es evidente que el evento de tradiciones llegó para quedarse y eso es positivo. Mantener un proyecto, costoso para el Estado y en el que intervienen varias de sus direcciones y organizaciones, es sinónimo de compromiso con nuestras raíces. Sin embargo, a este reportero le cuesta descifrar algunos puntos con el objetivo de definir si fue mayor o menor la acogida del público en su segunda edición.
Fernando Ortiz, uno de los grandes sabios cubanos y precursor de los estudios sobre la cultura de origen africano en Cuba, es referencia en este texto. Por él entendemos la cultura como una relación social alejada del lujo, la con templación, o el narcisismo eunucoide y estéril. También refirió que la cubanía es conciencia, voluntad y raíz de patria; y en la fusión de ambos conceptos nos va la vida.
Artemisa Mestiza desde su concepción busca ponderar la identidad cultural y contribuir a realzar valores estéticos que se sustentan en la política cultural cubana. Pretende acercar a los distintos grupos etarios a las tradiciones, lugares y personalidades que deben distinguirnos del resto.
Ahora ¿qué diferencia existe entre la segunda edición del festival, y una Feria del Libro Provincial, una feria tecnológica o el concierto en vivo que tanto se aleja de la realidad de esta provincia los fines de semana y de los espacios concebidos para tal propósito?
Indiscutiblemente, escuchar la magia que produce el laúd de Vichot, la fuerza con que se tocan aquí los tambores batá, o las investigaciones de la destacada doctora Reveca Figueredo Valdés, enaltecen el objetivo del encuentro anual.
Asimismo, los recorridos por las ruinas de los cafetales Angerona y Buenavista, la oportuna coincidencia con el evento Timbalaye, la visita del presidente de honor de la UNEAC Miguel Barnet Lanza o los conversatorios que, tristemente apenas contaban con público en sus salas.
Pero a nuestra Artemisa Mestiza le faltó… Faltó la presencia de agrupaciones que definen la tradición africana en nuestro país, y que estaban cerca, a pocos kilómetros, en el mismo Occidente. Ejemplos sobrarían: Síntesis con su Aguanileó, el Oyá o el Asoyín; Los Muñequitos de Matanzas, repletos de cantos espirituales y dispuestos a tocar mucha rumba pa’ los rumberos; y qué decir del obligado homenaje a María Teresa Vera, Enrique Jorrín, Luis Marquetti, la conga y sus comparsas.
Todavía me pregunto ¿qué aporta al festival una Expo de TICS (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), los cuatro días, al altar del mestizaje que se tornó demasiado alto? Sin menospreciar la actuación de Will Campa, Karamba, Buena Fe u otros, me pregunto dónde quedaron reconocidos grupos portadores artemiseños como Magino Arará o Kinfuiti, que encierran demasiado orgullo si de tradiciones hablamos.
La transculturación permitió la confirmación de la nacionalidad cubana: somos aborígenes, africanos, chinos, españoles, haitianos y hasta mexicanos. Entonces ¿por qué no concebir una programación que respondiera a ello con los nuestros; artistas aficionados, profesionales y personalidades que defienden a capa y espada sus aportes?.
Una colega en el Noticiero Nacional de Televisión afirmaba que el Artemisa Mestiza es el gran encuentro cultural de la provincia, y ¿lo es? Lejos de ser derrotista, soñamos con mantener viva la identidad por la que a veces cuesta respirar. Es muy joven aún, pero desde el lugar que nos corresponde urge aportar a su construcción, porque en definitivas, todos somos cultura.
Artemisa Mestiza tiene deudas desde la edición anterior con sus públicos, quienes tendrán que conocerla dentro y fuera del municipio cabecera. Merece llegar a otros lugares y personalidades que de igual forman dignifican lo que somos. Y si su programa quiere ser ambicioso ¡que lo sea! pero con sentido.
Mi recomendación está en favorecer más su preparación, y contribuir -en estas páginas y en el resto de los medios de prensa- a su éxito. Abrirle las puertas a la diversión, pero también al conocimiento, y levantar las banderas que ondean un glorioso pasado.
Los artemiseños tienen que abrazar al Artemisa Mestiza, participar en su consolidación y entonces llegará el momento de verlo como el festival de todos, donde prime una mezcla de sociedades, y vibrela intención, como dijera el propio Ortiz, de «conocernos a nosotros mismos y de alquitarar nuestras esencias».
Coincido con usted en algunos puntos y otros no tanto la prensa forma parte del comité organizador y su criterio también vale cuando se conforma la programación porque permanecer en silencio no ayuda al contrario es necesario participar desde su construcción en las reuniones del comité organizador,siempre estaremos dispuestos a mejorar y a sumar
¡Gracias Ivon por comentar!
Justo de eso va este texto: de sumar y defender la cultura en nuestro territorio.
Sabía que la prensa formaba parte del equipo coordinador del Artemisa Mestiza, pero una parte de ella, o la representación de dos o tres colegas. Al resto nos toca aportar de otra forma y juntos, entre todos, regalarle cada edición un festival más cercano a su público.
¡Hasta el próximo! Recibe mi abrazo.