Escúchame, Wendy, cada ciudad tiene su imagen. A Roma le hicieron un Coliseo de ladrillos y rocas; a París le erigieron una torre de hierro; a Londres, un enorme reloj de cuatro caras; a Artemisa… un pasadizo a la inmortalidad.
¿No me crees? Te cuento. Fue del barrio La Matilde de donde más jóvenes partieron hacia el cuartel Moncada, a dispararle los sueños de toda Cuba a un ejército colmado de bestias. La acción armada fracasó, y los soldados de la tiranía creyeron haber asesinado a los rebeldes, pero renacieron en este recinto eterno.
Lee lo que escribió Fidel y aparece en aquella tarja: “Mis compañeros no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca…”. ¿No los ves junto a él y los guerrilleros de la Sierra, en el vitral del Cubo, cómo alzan los brazos y las armas en señal de victoria? ¿No ves que no están enterrados, sino donde reciban el aire, la lluvia y la luz?
Mi niña, este mausoleo es un sitio único, de un poder estremecedor, sobre todo para los artemiseños.
Lo inauguró Fidel con el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, el 16 de julio de 1977.
Desde su concepción por el propio Comandante en Jefe y los arquitectos, se pensó cada detalle: en no emerger en altura sobre la ciudad, porque los mártires del 26 de Julio eran muchachos muy humildes, y en elegir como símbolo el cubo, por la pureza de tener cada uno de sus lados iguales.
Pero, no lo olvides, la magia del lugar es que un día vengan los peloteros a beber la energía de los moncadistas, para luego dejar el alma en el terreno… y otro día lleguen los trabajadores vanguardias a ser condecorados, los pioneros a recibir sus pañoletas, los recién casados a tirarse fotos y las palomas a volar sobre una tierra libre.
Así el pasadizo seguirá lleno de vida, y Ciro Redondo, Julito Díaz, Emilio Hernández, Marcos Martí y los demás no perderán nunca la inmortalidad.
Papá, ¿me haces una foto? ¡Me encanta la imagen de Artemisa!




