El baño de bosque constituye una práctica surgida en Japón en la década de 1980. Los habitantes de ese país asiático comenzaron a realizar el Shinrin-Yoku, que significa “inmersión en el bosque”, como alternativa para tratar los elevados niveles de estrés y depresión.
Desde allí, se difundió a otras naciones y hoy se emplea en todo el mundo. Científicos han comprobado que genera cambios psíquicos y físicos favorables en el organismo, de ahí su gran acogida. Se trata de un paseo lento por un espacio natural y abierto, con actividades diversas para fomentar la conexión entre las personas y la naturaleza, en un sumergimiento progresivo.
Obviamente, lo primero es contar con un sitio verde, no necesariamente un bosque: también funciona un lugar natural y abierto. Eso sí, es importante el componente sonoro y que esté alejado de obstáculos generados por el hombre. Puedes practicarlo solo o en grupo, con guías capacitados o por tu cuenta. La cuestión no es hacer ejercicio en el campo, sino estar en la naturaleza, conectarnos con ella a través de nuestros sentidos.
No es solo una actividad recreativa, sino que se recomienda para mejorar el estado de salud. Entre sus múltiples beneficios figuran: la disminución del estrés, la depresión, la fatiga, la ansiedad e incrementa
la capacidad de atención. Además, fortalece el sistema inmune, cardiovascular, reduce el sobrepeso, ayuda a tratar el insomnio, a manejar la ira, mejora el estado de ánimo y la creatividad. Asimismo, constituye una práctica eficaz como gestión del autismo.