Dicen que entra por los poros el bichito de la intranquilidad. Que no entiende de cansancios ni reproches, se reproduce y coloniza todo el cuerpo. Algunos le llaman adicción; otros delirio. Así perciben la esencia del gusto por el trabajo, esa pasión que puede llegar a obsesionar al más pinto de la paloma.
¿Qué es sino terquedad el afán de borrarle la hierba a los sembrados, garantizar que hasta podamos maquillarnos en el suelo, ganarle una partida tras otra a la muerte, doblegar hierros y ciclones, batirse contra la marea, formar el futuro, pese a las duras carencias?
¿Cuánto vale el compromiso de quienes emulan con los gallos, de los que despiertan frente al horno, en el centro de la fábrica, rumbo a cualquier destino o a miles de kilómetros del hogar?
Hay quien dirá sentirse pleno mientras sea útil, en tanto otros se confesarán incapaces de permanecer sentados. A un grupo numeroso le sorprende hoy la jubilación y regresa mañana a la misma hora, e incluso, con más ímpetu.
Pienso que nadie ha logrado explicar la magia de la laboriosidad, un imperativo de supervivencia, pero también el instinto ancestral de crecer y empinarse sobre la vida.
Admira la nobleza de los que ponen su talento al servicio de los demás, y si bien disfrutan del salario, también les satisface ayudar a los otros, compartir lo que tienen, construir la riqueza de la mayoría.
Sin embargo, nada ha sido fácil. Entre huelgas y reclamos, los trabajadores han debido exigir, a lo largo de los años, los derechos que les fueron negados por unos pocos ricos de cuna, nunca interesados en inclinar la frente.
La reducción de la jornada laboral a ocho horas, retribuciones monetarias más justas, en correspondencia con su esfuerzo, vacaciones, uso de medios de protección en entornos laborales peligrosos, así como el respeto a su condición, constituyen aún reclamos de los movimientos sindicales en el orbe, cada Primero de Mayo.
La fecha, de regocijo para los cubanos, no borra de golpe y porrazo cuánto falta hasta conseguir la sonrisa plena; mas, nos recuerda motivos de sobra para celebrar, cuando el obrero siente el sudor de su frente tan útil a la economía como el combustible.
De espíritu noble se levanta la Patria, lista a desatar cadenas y abrir los brazos. Millones de hijos la defienden a su forma, la enaltecen, le entregan, sin titubeos, sus manos y corazón.