A un militar lo definen valores como el respeto y la dedicación: se aprenden con la práctica y no cesan hasta la muerte. En medio de tales actitudes, Enrique Garcés Montero, profesor titular de la Universidad de Artemisa y ferviente escritor, reinventa las maneras para halarle las sonrisas al alma de sus alumnos, o compañeros de trabajo, mientras cuenta un sinfín de anécdotas.
Nació a cuatro kilómetros del Central Mabay, en el caserío Curao Menéndez, Granma; y ahora desde Guanajay, en Artemisa, sigue cultivando el amor por el pasado heredado de sus padres y abuelos. Más de diez libros conforman su aporte a la cultura de ambos territorios, por lo que recientemente le fue conferida la Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez, junto a un grupo de intelectuales y artistas cubanos.
Profesor, la entrega de esta Réplica es un premio a su ininterrumpida labor, ¿así lo ve usted?
-Nunca he trabajado para recibir estímulos, lo hago porque considero que debo contribuir a generalizar los conocimientos adquiridos por diferentes vías; aunque es cierto que cada reconocimiento me ha impulsado a cumplir metas superiores.
En mi caso, la Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez ha sido una sorpresa y lo considero el mayor premio en lo profesional. Me gradué como oficial de las FAR en el año 1975 y sin dejar de cumplir con mis deberes funcionales, durante casi 50 años he estado vinculado con el desarrollo y promoción de las actividades culturales, tanto en las Fuerzas Armadas Revolucionarias como en la comunidad, en mi tierra natal de Mabay y en Artemisa.
La investigación histórica es una de sus pasiones. ¿Por qué defender un género tan complejo como el testimonio?
-Tiene sus requisitos y sus exigencias, para mí, que no soy netamente un escritor ni un historiador.
La mayoría de mis investigaciones se enmarcan en el género testimonial porque me gusta relatar la vida y obra de personas anónimas o poco conocidas. De ahí mi primer libro Recuerdos, el cual recoge principalmente pasajes de la vida familiar y de mi padre Luis Enrique Garcés, en particular, teniendo como escenario mi tierra natal.
Están otros como Desde Mabay, su siempre amigo; Yo también tengo mi Olimpo, que constituye un homenaje al destacado intelectual revolucionario, el poeta y etnólogo Miguel Barnet; y el libro Encuentro con Enrique Núñez Rodríguez, dedicado a tan destacado escritor y periodista cubano.
En relación con la historia local de Artemisa, también he realizado varias investigaciones, considero entre las más relevantes las recogidas en mis libros El artemiseño que rescató a Fidel, publicado en el 2012; y Pastor Valente: el más político de la guerrilla, del 2021.
¿Le es fácil ser fiel a la historia, la cultura y el futuro de dos lugares? A usted no se le escucha hablar de Artemisa sin Mabay, y viceversa…
-En realidad, yo nunca me he ido de Mabay; y nunca me iré de Artemisa; por ello seré fiel a la historia, la cultura y el futuro de los dos lugares. En ambos no han faltado reconocimientos y distinciones.
En el año 2012 fui seleccionado por la provincia de Artemisa para representar a los autores literarios en ExpoCuba, durante la exposición de los logros de ese territorio.
La filial provincial de la Unión de Historiadores de Cuba, por los aportes científicos al conocimiento de la historia local y regional, me otorgó el Premio Provincial de Historia 2021, por la Obra de toda la Vida. Además, estoy propuesto por la dirección de los CDR para el Premio del Barrio; y en la Asamblea Municipal del Poder Popular como candidato a la condición de Huésped Ilustre de Guanajay.
Siento el deber de contribuir, con mis modestos esfuerzos, a investigar y divulgar la historia de los dos territorios, con una excelente visión de futuro y de la que también debo ser protagonista.
Cuando estaba recibiendo este importante reconocimiento en el Foso de Los Laureles, de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, me vinieron a la mente muchas personas y seres queridos que contribuyeron a que estuviese en esa ceremonia.
A todos dedico este estímulo, especialmente a mi difunto padre Luis Enrique; a mi madre Rosa Montero; a mi hermano Filiberto Garcés (Félix); a toda mi familia; y a mi esposa Mirta Batlle Sarría. Incluyo además a mis compañeros del Centro Universitario Municipal de Guanajay y a otros tantos que han confiado en mí.
Aunque como profesor e investigador el tiempo es corto, no dejaré mi labor docente, literaria e investigativa; pues siento insatisfacciones por no haber aportado más, así que seguiré luchando donde quiera que me encuentre, y como dice la canción de Silvio Rodríguez: “Yo me muero como viví”.