Juegos como el de hoy definen a los campeones. Más que palizas y nocauts es la garra, la determinación, no dar nunca un juego por perdido y pelear sin rendirse, aunque el adversario te remonte una diferencia de diez carreras. Por eso la afición confía en estos Cazadores, y cree que les va muy bien la condición de líderes.
Todo parecía salir a pedir de boca en este desafío inicial contra los Cocodrilos de Matanzas. Salieron delante en la mismísima primera entrada, marcaron cinco en la segunda y sumaron cuatro en la tercera. Mientras, Elián Moreno colgaba un cero tras otro.
En el cuarto episodio la película se viró al revés. No sé si en algo influyó el batazo por el pícher que Moreno frenó y sacó out. Después, ya no fue el mismo, y los jits de los visitantes se sucedieron hasta descontar seis carreras; un capítulo más tarde anotaron cinco más, pues tampoco Arián Abreu consiguió frenarlos.
Increíblemente, una ventaja tan amplia se diluyó en un abrir y cerrar de ojos… y perdían por una carrera.
Entonces, las aguas se tornaron tranquilas hasta el octavo, cuando los pupilos de Yulieski González le empataron el choque a Darián Enríquez y lo hicieron saltar del box.
Israel Sánchez también había logrado contener a los Cocodrilos, pero en el noveno Yurisbel Gracial impulsó la que significaba el clásico cubo de agua fría a las esperanzas de los anfitriones. Solo que ¡de eso nada! Artemisa hizo dos y los dejó al campo.
Hubo un héroe en el cierre del choque: Osmel Solano. El líder de los bateadores conectó de 4-4 y empujó cinco corredores hacia la goma, incluida la carrera decisiva. Ahora el muchacho es más líder, con diferencia y astronómico promedio de 470. ¡Toda una sensación!
Sin embargo, sería injusto atribuirle todo el éxito: estos Cazadores se han convertido en un verdadero equipo, donde cada cual aporta, sea un hit, un sacrificio, un boleto o muchas ganas. Hay un brío colectivo rebosante que, sin duda alguna, impulsa muchas carreras.