Con más de 100 años de existencia, la Cruz Roja Cubana es una de esas organizaciones que ha marcado pautas en la humanidad. Sus bases reflejan la necesidad de salvar vidas humanas a toda costa.
Integrada por hombres y mujeres con notorias habilidades para mitigar el dolor, para acortar la distancia entre estar en peligro y ponerse a salvo, para acercar al afectado al lugar donde recibirá la ayuda específica que requiere, la Cruz Roja Cubana es hoy digna de admirar.
En nuestro país y sobre todo en esta última etapa nos han sido imprescindibles. Su presencia es inevitable cuando de socorrer se trata. Sus acciones precisas y cronometradas son esa fuerza divina que evita la pérdida de vidas humanas y que después agradecemos conscientemente por deber a esas personas el regalo de la vida.
En muchos casos, esta organización no está integrada por médicos especialistas, pero quienes aceptan esta responsabilidad cuentan con otros valores, porque dan el primer paso, enfrentan el peligro con valentía y se aferran a cualquier esperanza con ahínco porque rendirse no es digno de este personal.
Quienes integran la Cruz Roja Cubana cuentan con la virtud de ser multifacéticos en sus tareas. Son rápidos pero también saben cuándo es necesario ir despacio; son fuertes y a la vez se solidarizan y entregan palabras de consuelo porque a veces duele más lo emocional que lo corporal y saben mitigar la desesperación que sufren los afectados.
Hoy agradecemos a los integrantes de la Cruz Roja Cubana, por sus desvelos, por su disposición, por el Saratoga, por los Supertanqueros de Matanzas, por tantos días de estrés y sacrificio, por tantas noches de desvelo. Lauros infinitos a quienes les sobra el valor, la fe y la solidaridad.