No sería justo festejar una nueva feria del libro sin invitar a los protagonistas de las primeras ediciones. Por eso el espacio Roble de Olor concibió un singular homenaje, de celebración y divertidas anécdotas, a quienes ya no pueden acudir, a los escritores fallecidos de la provincia.
“La ocasión que nos convoca es el hecho gratísimo y nada luctuoso de recordar a los ausentes de cuerpo. No hay luto para quienes inscriben en el secreto archivo de Dios las letras de sus nombres y de sus libros. Para entender quiénes fuimos, habrá que consultarlos en el futuro”, expresó la narradora Cecilia Valdés Sagué.
Así se recordó, desde la gratitud y en medio de la risa y la admiración que despertaban sus ocurrencias, a Carlos Jesús Cabrera, Marilú Rodríguez Castañeda, Paco My Friend, Alberto Rodríguez Tosca, Orlando Chávez, Ángel Machín y a Sandalio Camblor.
Mireisy García Rojas, una de las escritoras a quien está dedicada la Feria, habló de cuánto influyeron en su obra Cabrera y Rodríguez Castañeda, en tanto Luis Carmona, ese promotor y formador incansable de generaciones de poetas y narradores, reveló el origen de El libro del caos, a partir de libretas en el bolsillo de su esquizofrénico autor.
Mientras, Berkis Aguilar aludió a la presentación digital este viernes 3 de Epifanía del silencio, el que considera el mejor libro de Marilú Rodríguez Castañeda, pese a ser el único de poesía que escribió. Y Reinier del Pino leyó un cuento que le dedicó.
Otro tanto ocurrió con Orlando Chávez, “artífice de esta historia del libro y de las ferias”, como lo nombrara Cecilia Valdés Sagué; con Ángel Machín, ese caballero de las letras; y el escritor y periodista Miguel Terry Valdespino abordó la obra de Rodríguez Tosca, ese gran poeta no valorado aún en toda su dimensión.
Asimismo, se sucedieron los testimonios de admiración hacia Sandalio Camblor, el profe de Química del IPVCE Mártires de Humboldt 7 que compartía poesía con sus alumnos y escribió para todos.
“Muchos de los que asistimos al nacimiento de Artemisa, hoy forman parte del polvo cósmico que nos circunda y sostiene. Pero el artista, ese personaje de sensibilidad patológica y exquisita, que tramita con la eternidad la trascendencia colectiva, no se relaciona en términos comunes con el tiempo; lo desborda y habita para siempre”, advirtió Valdés Sagué.
“Descorramos los velos de la memoria mejor para ellos, con la buena energía que aportaron al espacio, y recordémoslos con lo mejor de cada uno: su obra. Solo falta de ellos el vehículo que nos transporta en nuestro paso por la vida: el cuerpo, esa cáscara frágil que nos contiene. Lo demás, nos acompaña hoy”.