Cuando Estrella propuso habilitar una casita infantil en la sede provincial de la Empresa Eléctrica, no faltó quienes creyeron que no sería posible.
Desistir nunca fue una opción y en la defensa a ultranza de esta idea fue arrastrando consigo a cuantos visualizaron en el proyecto una nueva oportunidad para contribuir a la educación de los más pequeños y al bienestar de la familia.
“Hace algunos años pretendíamos hacerlo y al aprobarse la Resolución 58/2021 del Ministerio de Educación, retomamos ese propósito. Entonces, comenzamos a informarnos y a recolectar materiales”, asegura Estrella Carratalá Leiva, directora de Recursos Humanos de la Empresa Eléctrica Artemisa (EEA) desde su constitución en nuestra provincia.
Dicha resolución, según consta en la gaceta oficial, “establece las regulaciones para la apertura y funcionamiento de casitas infantiles en empresas, unidades presupuestadas, cooperativas agropecuarias y no agropecuarias, empresas mixtas, organizaciones políticas, sociales o de masas”.
Documento en mano y, sobre todo, muchas ganas de hacer realidad este sueño, fueron labrando el camino. “Nos propusimos inaugurarla en abril, en saludo al aniversario de la fundación de los círculos infantiles, y así lo hicimos. En apenas dos meses creamos las condiciones y preparamos los locales”, cuenta.
La casita infantil Luz del futuro se convirtió así, en la primera de su tipo en la provincia, y hasta el momento es la única habilitada en un centro laboral.
Con el concurso de todos
Materializar la idea no fue tarea sencilla; no obstante, muchos brindaron su aporte. “Inmiscuimos a cuantas personas fuera posible y establecimos alianzas. Todos los trabajadores hicieron algo, y desde los municipios recibimos donaciones. Lograrlo y sostenerlo en el tiempo lleva recursos.
Muebles que estaban de baja los transformamos, buscamos cajas de cartón, pintura, pomos plásticos, recorterías de tela, madera… y fuimos aprovechando cuanto apareciera, mientras que Educación nos apoyó con materiales didácticos”, comenta Estrella.
La dirección de Recursos Humanos la convertimos en un taller, e implicamos a las familias. Mi mamá, por ejemplo, a sus 81 años, hizo las cosas de costura y desde el hogar ayudaron en otras tareas”.
Como licenciada en Educación Preescolar, labor que ejerció durante 24 años, se apoyó en otras compañeras de trabajo, visitó varios círculos infantiles, y en uno de referencia le facilitaron un libro de organización, que les sirvió de guía.
Poco a poco, dos aulas de la escuela de Formación y Desarrollo de la empresa se transformaron en un salón mixto destinado a infantes de segundo a quinto año de vida y un pantry con un área de comedor (donde también cumplen actividades programadas); en tanto, adecuaron el baño.
Si bien resalta de cuanta utilidad ha sido disponer de un frío y un microwave para el pantry, señala como una insatisfacción no contar aún con gas licuado -tan necesario en una instalación de este tipo-, a pesar de las gestiones realizadas.
Aprovechar cada espacio siempre ha resultado crucial: el pasillo lo convierten, además, en área de juego y realizan actividades al aire libre en el patio y el pasillo central de la entidad.
Respecto a la alimentación, los padres la traen de casa, de modo que pagan el 50 por ciento de la cuota mensual, es decir, 20 pesos. Por su parte, la empresa asume el salario de las trabajadoras de la casita, teniendo en cuenta la resolución emitida por Educación.
Amor con amor se paga
En un inicio eran nueve niños (tres hembras y seis varones) y la cifra continuó creciendo en la medida que los trabajadores se familiarizaron con la experiencia. Ya dos de los pupilos ingresaron a la escuela.
Desde Bauta, San Antonio de los Baños, Caimito y Artemisa se trasladan de lunes a viernes en el transporte de la empresa los 16 pequeños a los que brindan atenciones actualmente. Al llegar, los recibe un equipo integrado por dos licenciadas en Educación Preescolar y una de nivel medio, una auxiliar pedagógica y una pantrista, quienes se dedican a darles todo el cariño posible y favorecen la educación desde la primera infancia.
En la comunidad La loma, muy cerca de la empresa –con sede en Puerta de la Güira, Artemisa- vive la joven educadora de preescolar Geidis Pérez Fernández, la primera que estrechó lazos con este proyecto.
“A finales de febrero del año pasado comencé ayudando en la confección de los medios de enseñanza; y aunque aún no percibía salario acudía todos los días como una trabajadora más. Estoy muy contenta con cuanto hago y, al mismo tiempo, es novedoso y difícil, pues según las edades llevan atenciones diferentes”, precisa. Los deseos de superación no la detienen, por lo que se ha propuesto ingresar a la universidad a fin de hacer la licenciatura por el Curso para Trabajadores.
Precisamente en la casita infantil inició Yalina González Tamayo su vida laboral, desempeñándome como auxiliar pedagógica. “Me siento muy bien ejerciendo la labor para la cual me preparé. Desde que recibes a los niños bien temprano, es un constante aprendizaje. Apoyar en las diferentes actividades me ha dado una mayor magnitud de cuanto puede hacerse en aras del desarrollo de la primera infancia”.
Junto a estas jóvenes, también coincide en el día a día la camagüeyana Neomy Verdecia Calzado, licenciada en Educación Preescolar. Con diez años de experiencia en estos menesteres se incorporó al centro y comparte saberes. “Me comentaron que abrirían una casita en la empresa, no dudé entonces en presentarme y me aceptaron; de modo que esta ha sido una ocasión propicia para retomar una profesión a la que he dedicado parte de mi vida”.
Sentido agradecimiento
La mamá y la abuela de Anayelis trabajan en la EEA. La pequeña de cuatro años manifiesta sentirse bien en la instalación. “Estoy junto a mi hermano Freddy y tengo también a mis amigos, y a las seños”, afirma.
Branlys, de un año y cinco meses, y Brayan, de cuatro, salen cada mañana junto a su mamá hacia el centro, concebido con una capacidad para 24 infantes. “Pude volver a trabajar gracias a que ahora tengo la posibilidad de que me cuiden a mis hijos, pues me había dedicado a atenderlos. Dos de los niños de mi hermana comparten este espacio. La familia se siente más que agradecida con la decisión de la empresa”, asevera Maivelys Jaime Batista, técnica en Regímenes, en el Despacho Provincial de Carga.
También Leandro Rodríguez Acosta, técnico en obras e ingeniería, expresa su gratitud. Él es de los que ha apoyado desde un principio en cuanto haga falta y el único padre que ha optado por esta alternativa. “Adriel es mi primer niño. Lo teníamos en un círculo particular y cuando apareció esta oportunidad, no dudamos en trasladarlo”.
Luz del futuro crece a diario. Lo que un día fue apenas una idea, hoy es una prueba fehaciente de que cuando se dedica tiempo y esfuerzos a una causa común, no existen limitantes que derrumben sueños.