La vida es en sí misma un acto de amor. Jamás habrá sensación más hermosa que aquella cuando un recién nacido aprieta por primera vez el dedo del padre con su pequeña mano. En ese instante entendemos la secuencia lógica de la propia existencia, y el significado de iniciar el largo bregar a través de los años.
Se rompe el silencio y aparece, con el llanto, el goce de pertenecer. Pero no siempre sucede así en todas las historias de “bienvenida al mundo”. Incontables razones obligan a los bebés a permanecer en servicios de cuidado, y recibir –en cambio- el calor de médicos y enfermeras que batallan con el propósito de devolver alegrías a su familia.
La sala de neonatología del Hospital General Docente Iván Portuondo, en San Antonio de los Baños, es una puerta a la esperanza, engrandecida por la entrega de sus profesionales y el empeño de conceder salud al futuro de la sociedad.

El 2022 fue un año de importantes resultados de investigación en este centro de referencia para la atención a pacientes menores de 1 500 gramos en la provincia. A ello suman el enriquecimiento espiritual que tampoco faltó en sus salas con capacidad total de catorce neonatos.
“Hasta aquí llegan casos de los once municipios. Existen maternidades en el Ciro Redondo, el Comandante Pinares y nuestra institución que durante el embarazo alertan sobre un cuidado especializado una vez ocurre el nacimiento. El año pasado recibimos tres pacientes que requirieron nuestra asistencia debido a asfixias perinatales asociadas a compromisos del periparto”, reconoció en entrevista con la prensa el doctor Jorge Alexis Pérez González, jefe del servicio de neonatología y del grupo provincial de la especialidad.
“Dicha patología es poco frecuente, no obstante, fue tratada. También atendemos niños grandes, los cuales no llegan a la terapia intensiva. Ellos tienen otras entidades clínicas: hijos de madres diabéticas, malformaciones menores, sospecha o confirmación de una cromosomopatía o trisomía (síndrome de Down), e ictericia neonatal.


“En los últimos años llevamos una línea decreciente en la mortalidad infantil, incluso con índices favorables con respecto al país. Durante la COVID-19 nos mantuvimos con una tasa de 4 fallecidos por cada mil nacidos vivos, aunque reconocemos que la natalidad sí se ha comprometido.
El trabajo en el servicio de neonatología ariguanabense está encaminado en la excelencia del servicio de Salud. Garantizar toda la atención –con la máxima calidad- a pacientes y familiares, distingue el quehacer del colectivo.
Pérez González enfatizó que el programa internacional de Cuidados centrados en el desarrollo, una experiencia internacional, se convierte en alternativa a favor de la vida y la ternura.
“Son conductas que se toman con los niños para mantener su estado de salud adecuado. Incluye desde las atenciones mínimas hasta su posicionamiento; intensidad de la luz, ciclos de sueño y vigilia, confort del ruido, relación con la familia. Asimismo, favorece los vínculos sanguíneos; nada es más satisfactorio para el niño que tener a sus padres cerca cuando están enfermos, por tanto, esa oportunidad también se les ofrece. Es un derecho”, apuntó Jorge Luis
“Aquí entra mamá, papá, hermano o abuelos. Antes estaba prohibido y no se le permitía a la madre participar en los procederes. Si ella lo desea se le informa, recibimos el consentimiento, le damos el espacio y a partir de ese momento dispone del beneficio, incluso si el paciente está en estado crítico extremo, con peligro para la vida.
Amanda: la historia de un país
Fue en horas de la madrugada cuando Amanda, la niña abandonada en Alquízar, arribó en una ambulancia de cuidados especiales a la sala de neonatología del Iván Portuondo. Su historia recorrió Cuba y el mundo, mientras allí, en su interior, devolvían los afectos que el destino intentó arrebatarle a la pequeña.
“Tenía dichosamente buen estado de salud. Se le hizo todo y la atendimos por treinta y cinco días. Ella tocó la fibra humana del equipo del servicio, -y aclaro- el cuidado fue similar al del resto, pero muchas personas se identificaron con su condición, imagínese nosotros tan cerca.
“Amanda fue noticia, y es todavía el motivo que encuentran otros para donarle afectos espirituales y materiales. Protegimos la ética hasta el último minuto porque la niña crece, aunque el orgullo y el placer de haberla recibido no sabemos cómo describirlo.

Experimentar la sonrisa de un niño
A sus 38 años, el joven doctor y profesor Osmany Martínez Lemus, asegura haber encontrado una profesión que incide en su felicidad a diario. Apenas siendo estudiante de Medicina tuvo sus primeros contactos con los servicios de neonatología, y desde entonces se le hace imposible permanecer lejos de monitores, incubadoras, biberones, tonalidades en verde… pulcritud y calidez.
En redes sociales no olvida las fechas que le relacionan con sus pacientes, y comparte para la familia datos de interés en aras de alcanzar bienestar. Todo ello sin apartarse de la investigación, esencial en el tratamiento de los pequeños, y cuya repercusión ya cosecha.
“Desde el 2020 comenzamos la administración de surfactante pulmonar, empleando una técnica mínimamente invasiva, que consiste en una cateterización traqueal. En este procedimiento se inserta un catéter fino a través de las cuerdas vocales para introducir el medicamento. Así el niño continúa con respiraciones espontáneas, y el soporte ventilatorio sería no invasivo mediante una máscara nasal”, explicó Osmany.

“Tenemos una muestra de 34 casos beneficiados con la técnica, de ellos solo cuatro niños no resolvieron su cuadro de distrés (dificultad respiratoria) y requirieron la intubación. El resto evolucionó de forma favorable, aunque el estudio da sus primeros pasos para ver si se logra protocolarizar, y quizás realizar uno con más peso científico.
“No dejamos de emplear otras técnicas indispensables basadas, por ejemplo, en la lactancia materna. Los prematuros a veces no pueden succionar la leche y hay una estrategia nombrada calostro terapia: al niño se le ofertan en los primeros días de vida pequeñas gotas de leche en la mucosa oral. Ello interviene en la respuesta inmunológica”, apuntó el también médico asistencial.
¿Retos? no cabrían en nuestras páginas, como tampoco las satisfacciones. El servicio de neonatología artemiseño está compuesto por un inmenso valor humano que supera las adversidades o temores. Son un frente de humanismo y lucha constante por el bienestar.
Casi al concluir, este reportero preguntó sobre la posibilidad de distinguir con el nombre de algún médico o investigador de la especialidad, la sala donde se respira tanto anhelo. Ambos coincidieron en el homenaje eterno al paciente: “si fuera preciso colocar un nombre a la entrada, sería, indiscutiblemente, el de un niño…”.