Como quien parte, escoltado de ofrendas florales de Raúl Castro y Miguel
Díaz-Canel, a otra tarea en condición de reportero y revolucionario, Nicanor León Cotayo reunió en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) a un nutrido grupo de colegas y patriotas que dieron un último aplauso a su honda obra de cubanía.
Sus seres más queridos, la Upec y la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana —escenarios donde mejor fecundó su amor por nuestra tierra— plantaron junto a su imagen otras grandes coronas en torno a las cuales Rogelio Polanco Fuentes, miembro del Secretariado del Comité Central, encarnó el abrazo que toda la nación quiere dar a su viuda y a su hijo.
En el homenaje a Nicanor, fallecido el 15 de abril tras dar a la causa de la Revolución 82 años completos, Jorge Legañoa Alonso, vicepresidente de la Upec, destacó que el periodismo resultó contenido esencial y motivación de su obra.
Bien dice Legañoa que este Hijo Ilustre de San Antonio de los Baños estaba orgulloso de ser ariguanabense. “Hasta el último aliento, vivió pendiente de cuanto aconteciera en su tierra natal: las bienales del humor, la humoranga, el ajetreo cotidiano del parque y las calles principales.
“Allí guardaremos sus cenizas, junto a las de otros tantos luchadores, porque el Ariguanabo fue testigo de sus empeños por la libertad de Cuba, cuando aún no tenía 20 años y desde el clandestinaje accionaba para darle un tiro de gracia a la dictadura de Fulgencio Batista”.
Nicanor fue profesor de las más importantes academias políticas y
docentes del país, desde las cuales inculcó un fervor por Cuba que más adelante las herramientas del periodismo le permitirían comunicar con mayor alcance.
Tal impacto causó ese trabajo que la Agencia Central de Inteligencia (CIA),
incapaz de entender las cosas del patriotismo, llegó a creer que la suya no era la firma de un hombre, sino el escudo de todo un equipo de agentes secretos cubanos.
Más allá de la anécdota, que seguramente le enorgullecería, León Cotayo siguió su trabajo con una pasión periodística que, rebasando formatos, se extendió hasta completar 16 libros, incluidos los imprescindibles Crimen en Barbados, El bloqueo a Cuba y Sitiada la esperanza.
(Con información de Cubaperiodistas)