A la tierra y sus secretos dedica cada faena sin importar cuánto tiempo sea preciso invertir, sin reparos ni obstáculos que pongan freno a su espíritu y energía. Si bien, cuatro años atrás no pensó que pudiera retomar estas labores, hoy es uno de sus mayores incentivos. Junto a Brian, su nieto más pequeño, transcurre cada jornada apegado a este espacio que ha resultado revitalizador.
Para Luis Alberto Cuesta Calzada no ha sido fácil, pero tampoco, imposible. Un accidente pretendió arrebatarle los deseos de seguir adelante, al cambiarle su vida para siempre; no obstante, se impusieron el ímpetu y las ganas de apostar por sí mismo.
Su estancia en el Centro Nacional de Rehabilitación Julio Díaz constituyó una gran ayuda. “La recuperación fue rápida. Allí empecé a adquirir confianza para desenvolverme y llegué a caminar con las prótesis y el andador; había transcurrido poco tiempo y al ver avances tan rápidos, el técnico me comentó no debíamos apresurar el proceso. Estuve en la institución durante poco más de tres meses. Cuando me citaron nuevamente, azotó la COVID y no fue posible ingresar, si no, ya caminara valiéndome de las prótesis”.
Contrario a lo que imaginaba, la quietud no invadió sus rutinas. “Nunca pensé que podría hacer tanto, suponía pasaría los días sentado, pero después dije: na´, no nací para estar tranquilo. Donde primero innové fue en el piso, y adquirí habilidades. Siempre miraba hacia el patio, quería bajar, y aproveché un día que no estaba mi mamá”.

Y no es tarea fácil, pues se trata de una pendiente, en un terreno irregular. “Para bajar, dicen que todos los santos ayudan; en cambio, al subir es cuando es”, asegura y cuenta que ese mismo día empezó a limpiar cuanto pudo. “Así, avancé poco a poco, eliminando hierbas, marabú y aroma”.
Tradicionalmente, su tiempo libre lo dedicaba a sembrar en estas tierras de la comunidad marieleña de Sandino. Cuando llegaba del trabajo destinaba un rato a este fin. “Es de las cosas que más me gustan. En la última etapa me ha permitido mantenerme activo y contribuyo a la alimentación de mi familia, así como ayudar a quien lo necesite”.
Ya hace más de un año retomó estos quehaceres; ahora, a tiempo completo. “Bien temprano le echo la comida a los pollos, y cuando pasa el rocío, bajo a trabajar. A veces, termino al oscurecer”.
Actualmente tiene sembrado “boniato, yuca y ají. Pruebo, además, a ver si se dan los frijoles; con el tomate no resultó porque en esta zona hay dificultades con el agua”. También tiene aguacate, guayaba, guanábana, mango, coco, anón, chirimoya, ciruela… “Esta tierra es agradecida”, manifiesta Luisito.
Como si fuera poco, hace carbón. “Siempre lo hemos empleado para cocinar. Y hasta Brian, que disfruta hacerme compañía, me ayuda a trasladar la materia prima que selecciono para obtenerlo”, comenta.
Cuidar de una hectárea de tierra y lograr que germine requiere de perseverancia y esfuerzo. “Pero lo logro poco a poco, a mi tiempo”, afirma sin vacilaciones. “Continuar trabajando es lo mejor que me ha sucedido. Agradezco disponer de este espacio; me ha demostrado que cuando te propones algo, no hay imposibles”.
POR YUSMARY ROMERO Y YHINDRA BENÍTEZ