Maritza apenas había comenzado a recorrer el camino de la Medicina, cuando entró al Hospital General Docente Comandante Pinares. Ahora, hasta suena un poco raro llamarla así: casi todos preceden su nombre con “profe” o doctora. Pero cuando llegó allí, era una estudiante de tercer año de Licenciatura. Desde entonces, unió su vida a la del centro médico, y en ese maridaje, ha sabido granjearse el respeto y la admiración de muchos dentro y fuera de la institución.
“Cuando terminé la residencia en Ginecología y Obstetricia, estuve fuera solo dos o tres años, cumpliendo el servicio social en la atención primaria de salud, pero hacía las guardias en el hospital. Luego, retorné hasta hoy.
“Trabajé como especialista, después hice el Diplomado en Perinatología y laboré en esa sala. Más tarde, como Jefa de Servicios de Ginecología y Obstetricia aproximadamente cuatro años. Fui a misión internacionalista en el período de 2013 a 2017. Al regreso, comencé como Subdirectora del Programa Materno Infantil (PAMI). En el 2020, asumí la Subdirección de Asistencia Médica”.
Durante mucho tiempo, la morbilidad materna constituye su principal desafío como profesional. Es miembro activo de la Comisión de Atención a la Materna Crítica, y está al frente de la Morbilidad Perinatal.
“Hemos logrado durante muchos años una tasa de mortalidad infantil siempre por debajo de los propósitos del país. Además, habíamos mantenido la tasa de muerte materna en cero durante 15 años consecutivos. Lamentablemente en 2021, la COVID-19 incidió negativamente en el indicador, nada relacionado propiamente con la especialidad.
“Esos resultados nos han traído muchas satisfacciones porque por mucho tiempo hemos estado de noche, de madrugada, sábado, domingo, 24 por 24, frente a Materno. Es un trabajo bonito y agradecido. Salvar la vida de las mujeres es indispensable y nos reconforta lograrlo a pesar de las complicaciones que hayan podido presentarse.
“Soy obstetra. Es lo que más me gusta hacer, por eso, además de las otras responsabilidades, siempre estoy activa en la atención a las pacientes”.
La superación resulta una constante en Maritza, tanto como profesional – ya alcanzó el Segundo Grado en la especialidad-, como desde el ámbito docente, pues en unos meses transitará de Profesora Asistente a Auxiliar.
El último año ha puesto a prueba todo el conocimiento acumulado, en una coyuntura particularmente compleja para el trabajo en el hospital.
“Ha sido muy difícil, diferente a todos los vividos en este centro. En 2021 ocurrió el sismo, y alcanzamos el pico pandémico en el territorio consecutivamente. No hemos tenido tiempo casi ni de respirar, pero hemos asumido las tareas en esas circunstancias. Actualmente, existe una reestructuración de la cuarta planta para garantizar espacio a los pacientes COVID-19. Todos los servicios funcionan, con las limitaciones derivadas de la escasez de recursos, fundamentalmente la actividad quirúrgica”.
Con el advenimiento del cumpleaños 40 de la institución médica, aparecen las memorias, las anécdotas, las miradas en retrospectiva… Y cuando Maritza piensa en qué ha significado para ella el hospital Comandante Pinares, no tiene más que responderse: “mi vida, no soy nada sin el Comandante Pinares. Aquí he vivido más de la mitad de mi existencia: mi juventud, la experiencia que he adquirido como profesional, la superación. Eso, mi vida”.