No solo por el asfixiante verano, el mediodía del 5 de agosto de 1994 se calentó en el Malecón habanero. Días antes habían estado alentando a llevarse, mejor a robarse, la lanchita de Regla y ponerla rumbo a La Florida. Lo intentaron varias veces y hasta asesinaron a un suboficial de la Policía, Gabriel Lamoth Caballero.
El Período Especial hacía estragos en la alimentación, la electricidad, y una política migratoria incumplida por el Gobierno de Estados Unidos funcionaba como detonante.
Todo comenzó con gritos y frases contra la Revolución; miles de personas apostadas en el muro serpentina que identifica a La Habana andaban armadas de piedras. Rápidos y furiosos, la tropa de delincuentes y de personas con la más baja catadura moral tomó por asalto tiendas y comercios cercanos al Malecón. Pero algo no previeron ellos ni los llamados que hicieron desde los medios de comunicación estadounidenses. Agosto es el mes de Fidel.
Es el mes de su cumpleaños, el del inicio de la ofensiva contra la dictadura en 1958 y el de la victoria en los Juegos Panamericanos en La Habana 1991.
Por eso no titubeó y se apareció con su uniforme de combate en el Prado, luego siguió por Malecón. Y hasta las piedras se escondían en los bolsillos.
Ante el jefe que arribó con su chaleco moral y en jeep se arropó el pueblo. ¿Maleconazo? Por favor, mejor sería recordar la misma frase de 1959: llegó el Comandante y mandó a parar.
Otro agosto, pero de 2021, y el verano sigue caliente. Ahora, aprovechando las redes sociales y los sucesos del 11 de julio en varias localidades del país, algunos quisieron recordar la torpeza delincuencial de hace 27 años, incitados por los mismos a quienes no les bastó la lección de Patria, soberanía y valentía con que Fidel los derrotó aquel 5 de agosto.
Y los ha vencido siempre porque los agradecidos son mucho más que los ingratos. Pero eso no lo entienden los mandamases del odio irracional al que nos invitan descaradamente y los vendidos al mismo postor estadounidense.
Los jóvenes que no vivieron aquellos acontecimientos desafiaron ahora la pandemia y salieron a plantarse en el mismo Malecón que un día intentaron robarse por minutos, así como en tantos parques y plazas de Cuba. Y tenían razón quizás los preocupados por una movilización de ese tipo, cuando la COVID-19 arrecia.
Pero la salud de una idea es tan importante como la salud personal. Y eso lo sabemos todos. Además de salir a la calle para impedir que la llenen de vándalos y puedan justificar una intervención, otro de los motivos principales era recordar otro éxito de Fidel en agosto. Este es su mes. Contra tanta historia a veces no existe mejor vacuna que decirlo alto y claro: ¡Yo soy fidelista! ¡Yo me muero como viví!