Cruzar los brazos nunca ha sido tarea fácil para hombres formados en Cuba. Tampoco la idea de la solidaridad nos luce lejana ni extraña. Aquí la gente extiende la mano desde el propio altruismo que lleva a un maestro a servirmesas o a un albañil a limpiar el piso de los pacientes positivos a una enfermedad tan contagiosa como la COVID – 19.
En temas de coronavirus, muchas son las manos a favor de una misma causa. Por eso siempre sobrecoge el alma ver una escuela convertirse en hospital, como la Facultad de Ciencias Médicas de la provincia.
Unas sillas marcan el inicio de la zona roja. En los pasillos, usualmente vestidos por cientos de uniformes de futuros médicos, empeñados en entender Morfofisiología y aprender Introducción a la Medicina General Integral, ahora los uniformes son otros, pero la voluntad es la misma.Michel Morales, Félix Ángel Mijares y José René Morales son médicos.
Al salir de casa no sabían: irían a una zona quedespués se pondría más roja; el elevado número de casos en el territorio impuso esta realidad.Michel fue por cuarta vez; Félix y José estrenaron este empeño de permanecer allí, sin miedo a los positivos.
Les acompañaron tres enfermeras con experiencia: Nancy Maestre —‘la mamá de los pollitos,’ cómo le dicen allí—, Diadina Martínez y Dinileyvis Hernández, quienes estuvieron en esecentro durante el primer brote y cuando era solo para contactos de positivos.
Este lunes otros médicos rompieron la inercia impuesta por la barrera del No Pase. Traen algo estudiado, y desde ya seadueñan de los protocolos para atender pacientes confirmados a la COVID-19. Para ellos también es su primera vez.
William Hernández, Adrián Barbón, Yusnelis Arozarena y Andry Socarrás serán los encargados de administrar el Interferón esta semana, justamente en el lugar que les vio convertirse en médicos.
¿Miedos? Nunca faltan. Pero la misión de salvar vidas les acurruca el alma y los hace fuertes, aunque las miradas parezcan temblorosas.Solo un rezo colectivo de #GRACIAS les hará más llevadera la estadía en el peligro y la necesidad constante del abrazo familiar, que tardará 14 días en llegar.
Allí el corazón palpita más fuerte: no porque el miedo venza, sino porque las horas multiplican el espasmo de lasnoticias de los resultados de PCR practicados, y el alivio sirve como remedio cuando un alta médica asoma la lejanía del virus.