Sobre el surco desafía al tiempo, entre habichuela, quimbombó, cebollino y ajo porro. Sus manos jamás se detienen; saben abonar la tierra, y enaltecen a Librada Suárez León en el organopónico de la CPA José Antonio Labrador, del municipio Artemisa.
Allí la encontramos jaranera e inspiradora, porque a los 65 años pocas mujeres mantienen tanta destreza, entusiasmo y disposición para asumir las tareas agrícolas. Se ha medido junto a los hombres, mientras siembra o corta caña, cosecha mango, yuca, boniato u otro cultivo, en 23 años de afán.
Cuando sus niñas jimaguas comenzaron la escuela, optó por el trabajo en el campo, y no se arrepiente.
“Siempre busco alternativas en el organopónico para mantener limpios los canteros, en aras de evitar el laboreo mínimo; por eso ya tenemos listos los semilleros de lechuga, pepino y ají pimiento. Me encanta ver el resultado. Siento orgullo si la planta nace o se recupera. Prefiero conservar la higiene, tanto aquí como en la casa, según indican las autoridades de Salud.”
De esos frutos abastecen al consejo popular Lincoln, venden a los trabajadores del antiguo central, a la escuela, al comedor del Sistema de Atención a la Familia, y dejan un poco disponible para quienes lo necesiten, como en el caso del hospital Ciro Redondo.
“Me dicen la peleona; detesto lo mal hecho”, sostiene esta santiaguera de nacimiento, “aplatanada” en la cooperativa, donde coordina la brigada FMC-ANAP. Solo la pandemia detuvo el empuje de sus integrantes, protagonistas de encuentros culinarios, de corte y costura y diversas actividades.
Librada, quien ha conquistado premios en eventos, creó una finca en casa donde hay plátanos, yuca, aguacate y hasta una variedad de frijoles pinareños. “Hago mandados, limpio los patios, cuido a mi nieta… Estoy en movimiento. No tengo sangre para estar sentada; seguiré mientras haya algo que hacer”.
Más de 30 féminas matizan los rostros de la José Antonio Labrador, en Pijirigua, seis de ellas integradas al organopónico: Mayra, Martha, Maritza, Librada… todas comprometidas con el reto de entregar a la tierra el máximo sudor.
Pudieran ser más, pues “a la mujer cubana hay que meterla de lleno en el campo, convencerla y sumarla a golpe de razones. Necesitamos de la tierra para vivir y cultivar alimentos, plantas medicinales y ornamentales”.
La enorgullecen sus retoños, en especial las jimaguas enfermeras; representan la obra más perfecta de Librada, la genuina creación de quien recoge a diario el resultado de tanto amor.
La mujer cubana brindando su aporte productivo en la CPA José Antonio Labrador.