Quise buscar viejas agendas y releer apuntes sobre tantas obras que cada 26 ocupan planes y tiempo en los municipios artemiseños, como en el resto del país. Me percaté que sería más fácil revisar las ediciones del periódico, en las cuales comprobé cuánto se hace por la salud, la educación, el deporte, la gastronomía, la cultura, la vialidad… y la vida misma, en cualquier rincón del territorio.
Hallé nuevos mercados y productos, cubiertas remozadas, relucientes cafeterías que se sacuden el olvido, acogedores consultorios y mejoras en las escuelas, mientras alumnos y profesores disfrutan de un merecido descanso.
Pocos periodistas escapan a la vorágine de recorridos, en los que se aprende de presupuestos, inversiones, arena y granipolvo, en una suerte de “reporterismo de construcción”, difícil a los menos entendidos como yo, pero siempre gratificante por la prosperidad de nuestros pueblos.
Sesenta y siete años atrás, al ejercer su autodefensa, Fidel colocó bien alto el listón, y ajustó la brújula hacia un horizonte de dignidad en medio de la extrema pobreza. De ahí el afán de transformar el entorno en saludo al Día de la Rebeldía Nacional.
Con el 26 llegaron, tras el triunfo de enero de 1959, los verdaderos homenajes al valor, en la hazaña de lo bello y lo útil, dos conceptos que deberían andar unidos, sin riñas ni preferencias.
A la vuelta del calendario, se acerca el gran día otra vez, empapado de sudor y ganas de sumar, con las deudas de lo inconcluso, como la glorieta en el Parque Libertad de los artemiseños o el Mercado Agropecuario Estatal de los candelarienses.
Parece poco frente a la alegría de la fecha, en comparación con lo alcanzado en otras áreas, o con el empeño de directivos y constructores; mas, invita al análisis de la constancia después de los aplausos.
Que un hospital sostenga la calidad en sus servicios, o la panadería haga costumbre el buen hacer, que la pizzería conquiste a viejos y nuevos comensales y cumpla su horario, que el consultorio no cierre antes de las 12, o el laboratorio de microbiología deje de filtrarse definitivamente, depende del empeño diario de todos, al pie de los problemas y las carencias.
También el Bulevar exige el celo de sus vecinos, mientras la parada reclama pertenencia y sentido común. La ciudadanía tiene una alta cuota de responsabilidad en preservar lo conquistado, tanto como nos asiste el deber de reprochar la chapucería.
¿Cuánto dinero sale de los presupuestos locales y arcas de empresas públicas, para responder a necesidades de la población? ¿Se ha cuestionado usted el costo de emblemáticos inmuebles y reparaciones, venidas a menos con el tiempo, en casi una década como provincia?
Nos duele imaginar el gasto, junto al abandono, y la reiterada falta de fijador, males incompatibles en cualquier fecha. Apuesto a la firmeza del 26, no solo con cemento, sino con esmero, perseverancia, júbilo y exquisitez. Apuesto a trabajar en grande y aspirar a lo mejor cada julio; lo merece la historia, el ahora y el mañana de los cubanos.