Cuando se hable de tiro deportivo en Cuba, se debe hablar del skeet, y de paso de los artemiseños Roberto Castrillo, Servando Puldón, Guillermo Alfredo Torres; y por su puesto de su padre, Servilio Torres.
Conversar con este experimentado escopetero, resultó mucho más que un placer, fue una clase magistral de la historia de esa disciplina, repleta de anécdotas, trucos, victorias y desilusiones, aventuras de caza y respeto al medio ambiente.
Como casi todos los tiradores de skeet, Servilio comenzó por la caza, desde bien joven le recogía las palomas a su padre, también cazador, y a un amigo. Luego compró una escopeta pequeña y empezó a disparar, hasta que unos compañeros lo invitaron a un campo de tiro y se embulló; así inició esta historia llena de logros y medallas para el movimiento deportivo cubano.
Una primera vez y veloz ascenso
- “Fui con aquellos amigos a un campo ubicado en Boyeros, tiré una ronda de 25 platillos y rompí ocho. Me felicitaron porque para una primera vez era un resultado muy bueno. A los 15 días me vuelven a embullar, pero imagínese allí había que comprar los platillos y los cartuchos, cada ronda valía 3,75 pesos y en el año 1966 ¡3,75 eran 3,75! Mi salario era de 153 pesos”, recuerda entusiasmado.
“Al final volví porque ellos me invitaron a esa ronda, y esta vez rompí 21 de 25, y causé asombro entre mis amigos quienes ya llevaban varios años de experiencia, me dijeron que ya disparaba mejor que ellos”, rememora entre risas.
“Poco después fui a una competencia municipal de tercera categoría y obtuve el primer lugar. Entonces me avisan de una provincial y me dan los cartuchos porque no podía pagarlos. Allí tiré dos rondas y de 50 disparos hice 42 blancos, le gané a todos los experimentados y clasifiqué al nacional, para el que me dieron una licencia deportiva y cartuchos para entrenar. De 100 platillos rompí 91, y vencí al antiguo campeón por uno… así; tan rápido, llegué al equipo Cuba.
Disparos en la cúspide
- “Mi primera competencia internacional fue en Panamá, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1970. Allí nos llevamos todas las medallas, oro por equipos y en el individual Castrillo ganó el oro, yo la plata y Delfín Gómez el bronce”. A esas medallas sumó otra de bronce en Santo Domingo 1974.
En los Juegos Panamericanos logró su mejor resultado en México’75, cuando alcanzó el primer lugar por equipos. Cuatro años antes, en Cali, obtuvo plata por colectivos y bronce individual.
¿Cómo se sintió Servilio tras esa medalla de oro en México?
- “Con tremenda alegría, porque la tirada estuvo durísima. Imagínese que yo hice 98 de 100 al igual que Castrillo y los otros dos integrantes del equipo lograron 96 de 100 y aun así, solo les sacamos cuatro puntos a los estadounidenses. Fue tremenda competencia y un gran resultado para el tiro deportivo cubano”, me dice mientras se llena de orgullo.
¿Y su paso por los Juegos Olímpicos?
- “Solo pude asistir a los de Múnich’72 y no tenía toda la experiencia necesaria para lograr un mejor resultado, al final quedé en el puesto 16 y me siento muy orgulloso por eso; aún guardo mi medalla por la participación. Allí Castrillo iba para medalla y al final se cayó y terminó sexto. Me retiré en 1978 y no llegué a Moscú’80”.
¿A qué se debió ese retiro anticipado de Servilio, si este es un deporte muy longevo?
- “Bueno sobre todo por diferencias con los directivos de aquel momento. El equipo a las competencias se armaba por los resultados en los topes internos, antes de salir a un clasificatorio a Panamá, yo iba en primer lugar y no me incluyeron entre las dos plazas.
“Al principio me dijeron que era un error de otros, pero al averiguar me di cuenta que mi nombre nunca fue incluido en la lista. Tras reclamar en otras instancias simplemente me dieron baja del equipo. Pero nunca me pudieron apartar porque tuve la posibilidad de ser árbitro internacional”, me dice sin arrepentimientos.
Aun así pudo coincidir con su hijo en el equipo nacional… ¿Cómo se siente al respecto, y con su carrera posterior?
- “Es un orgullo tremendo poder compartir esta pasión con mi hijo y ver que incluso me superó, porque a él lo inicié yo, me lo llevaba con ocho años de madrugada para Pinar de Río a mis cacerías y así aprendió. Fui también su primer entrenador en el skeet, lo llevé a la ESPA y lo entrenaba por las tardes después de mis prácticas.
“Fuimos juntos a los Centroamericanos de Medellín’78, aunque no obtuvimos medallas fue una experiencia muy bonita. Ese año también fuimos a una competencia en Rumanía, ya yo no estaba bien, pero el tener a mi hijo allí, me ayudó a tirar 197 de 200 y ganar aquel torneo”.
“De él solo puedo hablar bien, ya tiene 60 años y lleva 42 en el equipo nacional, ha clasificado a ocho Juegos Olímpicos y asistido a seis, pocos en el mundo pueden presumir de ello. Además es subcampeón mundial y logró un récord del orbe, con cuatro títulos Panamericanos y otras muchas medallas internacionales… qué más le puedo pedir”, enumera lleno de orgullo paternal.
“Ese récord mundial lo viví en primera persona, arbitré esa competencia y cada vez que él iba a tirar cambiaba con algún compañero, para si había alguna indecisión evitar comentarios de que lo había favorecido. Eso fue algo inolvidable y uno de los momentos más felices de mi vida”.
¿Aún sigue con su pasión por la cacería?
- “Sí, y la voy a dejar cuando ya no pueda más, pero solo lo hago fuera de temporada de veda. Siempre digo que no cazo por hambre ni soy asesino, cuando le disparas a una paloma fuera de tiempo, no la matas solo a ella, también mueren sus pichones en el nido y al otro año no va a haber palomas. Me encanta cazar, pero respeto al pie de la letra cada una de las leyes al respecto”, asegura.
La conversación con Servilio termina entre fotos, trofeos y medallas que su esposa guarda celosamente. También nos muestra la escopeta obsequiada por Fidel a su hijo, la cual -a pesar de su uso- mantiene reluciente como el primer día.
Me voy contento por haber conocido una gran parte de la rica historia del tiro deportivo cubano, de manos de Servilio, uno de sus principales representantes, un orgullo de Cuba y sobre todo de San Antonio de los Baños, el padre de familia que tantas medallas ha traído a este país, el primero de “las dos grandes Torres” del skeet.