Vivir es tan delicioso que pocas veces pensamos en la muerte. Solo hasta que llega, inoportuna siempre, e irrumpe en la vida de todos. Ahí, la delgada línea del tiempo se quiebra, y el corazón se rompe.
En medio de tanta tristeza, hay cosas inevitables en qué pensar: ¿cremar o enterrar?, ¿dónde sepultar?, ¿habrá espacio? Entonces, varias preguntas se hacen los familiares más allegados. El tiempo pasa, la población aumenta, unos nacen y por ley de vida otros mueren, pero muy pocos cementerios han ampliado capacidades desde su construcción.
“Las administraciones municipales deben solicitar el servicio del estudio factible sobre la zona. Nuestros ingenieros luego le muestran varias opciones y posibilidades de ampliación, pero hasta el momento no hemos recibido muchas solicitudes de ese tipo”, informa Yorlenys Vargas, jefa del departamento de Ordenamiento en la dirección provincial del Instituto de Planificación Física.
Únicamente Caimito, desde hace tres años, ha concientizado el problema y han logrado ampliar unas 48 capacidades. Royvel Pérez, vicejefe de la Administración caimitense, dijo que “tener una población altamente envejecida y un cementerio sin capacidades fue el argumento principal para la inversión, que ya muestra sus primeros alicientes al pueblo”.
Y si no quepo… ¿a dónde voy?
La situación actual de los cementerios es crítica. “Desde 1976 está construido el Panteón de los Caídos, ya estaban las bóvedas de los veteranos; cada vez son más las personas que mueren, y casi no tengo espacio para mis Combatientes”, confiesa Ileana Fariñas, integrante de la dirección provincial, dedicada a la Atención a los Combatientes.
“Las bóvedas son familiares. El Estado construyó nichos que se han llenado y funcionan como gavetas colectivas, pues no tenemos espacio para guardar restos óseos después de la exhumación del cadáver”, explica Orlando Rodríguez, jefe de brigada del cementerio de la Villa Roja. Otro de los contratiempos generalizado ocurre con los osarios, muchos sin tapas o en espera de los materiales correspondientes para sellarlos, lo cual se traduce en huesos al alcance de cualquiera.

“Las administraciones son responsables de proveer los recursos materiales necesarios para el sellaje de nichos y bóvedas; nosotros solo nos encargamos de los servicios de inhumaciones, exhumaciones y mantenimiento de las áreas verdes”, afirma Maura Anabel Cinta, directora del departamento provincial de Necrología, perteneciente a la Empresa de Higiene, Necrología y Áreas Verdes (Hiverne). Rodríguez comenta que cada vez queda menos espacio, pues al no realizar las exhumaciones ni tener un crematorio de restos óseos, los huesos son guardados en bolsas que se comienzan a ubicar en gavetas colectivas que actualmente están llenas.
Artemisa tiene 20 cementerios
Como promedio 13 personas fallecen por día
Hay restos óseos que datan de 20 años
Por otra parte, a veces los familiares no desentierran los cuerpos en el tiempo convenido (dos años y un día después de sepultados). Además, Cinta asegura que “los parientes muchas veces cambian de dirección o se van del país, y no dejan a nadie a cargo de la exhumación; en esos casos, no sabemos cómo proceder a falta de una metodología o procedimiento nacional.
“Lo cierto es que no hay capacidades en ninguno de los cementerios de la provincia. A diario se pasa mucho trabajo cuando una familia no dispone de una bóveda, pues hay que buscar dónde enterrar el cuerpo… y las personas, por lo general, le tienen terror a la tierra”.
Sin embargo, la tierra tiene mejores condiciones naturales para la descomposición segura, y el cadáver no corre riesgo de momificación. “También depende de una decisión familiar; suele suceder que los sepultan en tierra solo hasta que puedan encontrar una bóveda”, revela Cinta.

Una posible solución sería fomentar la incineración, asunto pendiente en Artemisa. “El plan de preparación de obra y el proyecto se hizo este año, y está previsto iniciar la primera etapa de construcción y montaje en el segundo semestre de 2020. Quizás en 2022 esté listo completamente”, manifiesta Noel Reyes, director de Técnica y Desarrollo del Grupo Empresarial.
Realidad triste: la gente muere y los espacios se agotaron. La población cubana tiende al envejecimiento y cada vez, por desgracia, más personas jóvenes fallecen por enfermedades terminales, pero los cementerios siguen como en el momento de su construcción, mientras la incineración es tabú y, muchas veces, quimera en esta provincia.
Valdría la pena evaluar, en cada municipio, cuáles son las opciones reales de ampliación de bóvedas estatales, y dar la posibilidad a las familias de adquirir una cúpula familiar construida según lo reglamentado, siempre en un proceso riguroso y fiable, que no deje abierta la brecha de mercadear con algo tan delicado.
Cuestión de respeto
La bondad de la niñez de ignorar algunos temas es como un bálsamo contra la realidad. Quizás por eso no le temen a las estructuras de semejante espacio, y las convierten en parte de sus áreas de juego.
Desprovista de altos muros o cercas que impidan el paso, en las tardes la necrópolis artemiseña suele transfigurarse en terreno de fútbol con obstáculos.

“Los niños de esta zona no tienen miedo ni noción del peligro; al parecer, tampoco los padres se lo prohíben. Resulta muy común llegar temprano y descubrir algún búcaro roto o algunas flores regadas”, comenta el jefe de brigada.
Deberían educarles, por elemental civismo y respeto, pues el cementerio constituye terreno sagrado para el descanso eterno. Es ilógico totalmente que haya quien permita la violación de este lugar y, mucho más irracional, dejar que los pequeños se expongan a tales condiciones.

“El contacto con los restos de cadáveres que no estén bien protegidos representa un peligro para la salud de estos niños, además de las aguas de lluvia que suelen estancarse”, advierte la doctora Eilys Argudín, jefa del departamento provincial de Epidemiología.
“Desde que nació la provincia Artemisa, los cementerios no tienen personal de guardia nocturna; eso no compete a la empresa Hiverne, sino a las administraciones municipales”, sostiene la directora de Necrología.
“La Empresa de Seguridad y Protección de Artemisa tiene sus reglas, y para solicitar sus servicios se ha de garantizar la correcta iluminación, baños, garitas con teléfonos; la ESPART no podría custodiar hasta tanto esas condiciones no se cumplan. Ha sido siempre una batalla que he tenido desde la Asociación de Combatientes por el respeto hacia ese lugar”, expresa Fariñas.
“A partir del experimento aplicado al surgir la provincia Artemisa, los cementerios son atendidos por Hiverne solo en cuanto al servicio necrológico; la custodia corresponde a las administraciones municipales. Hoy solo Bauta y Bahía Honda cuentan con vigilancia de la Agencia”, alega Cinta.
Afligen los osarios rotos, los huesos que ven la noche y el alba, los jardines sin flores, las proyecciones estancadas y los cementerios que precisan crecer por el bien de los caídos en las luchas de este pueblo… y de quienes guerrean cada día en su pedacito para construir una Cuba mejor.
Entonces, queda en manos de los vivos darles el descanso final que todos merecen, y no convertir ese doloroso momento en peores grimas y tristezas