Tengo 48 años y los he vivido en Artemisa. Los de mi generación, de muchas anteriores y los de hoy, vivimos entre iconos visuales como el hotel Campoamor y la antigua fábrica de refrescos de la Coca Cola, testigos del pasado y presente de una ciudad convertida en capital de provincia.
La refresquera tiene una interesante historia. De acuerdo con datos del Museo Municipal de Historia, fue inaugurada el 14 de diciembre de 1953, como propiedad de un norteamericano y, según la Licenciada en Derecho Jany Rodríguez, registradora de la propiedad en la Unidad de Trámites de Artemisa, fue confiscada por la Resolución 3 del 24 de noviembre de 1960.
Esa Resolución dispuso la nacionalización, mediante expropiación forzosa, de los bienes y empresas ubicadas en el territorio nacional y los derechos y acciones emergentes de la explotación de esos bienes y empresas, que eran propiedad de las personas jurídicas nacionales de los Estados Unidos de Norteamérica.
El volumen Compendio de disposiciones legales sobre la nacionalización y confiscación, de Francisco E. García, Yarelis Martínez y Jhosvany Martínez, editado en 2004, deviene herramienta ideal para comprender el proceso que posibilitó el surgimiento de la propiedad estatal socialista y las demás formas de propiedad que ampara la Constitución de la República de Cuba.
Después de pasar a manos del Gobierno revolucionario, la fábrica produjo refresco embotellado hasta 1991. Durante esos años, miles de estudiantes artemiseños visitaron la industria, conocieron las peculiaridades del proceso productivo y degustaron la bebida recién elaborada.
El olor del sirope y el sonido de las botellas de vidrio, la imagen de las máquinas y de los camiones repletos de cajas, permanecen en el recuerdo de aquellas generaciones que hoy rechazan la aplicación del Título III de la Ley Helms Burton, una medida en busca de la asfixia económica y el retorno al oprobioso pasado neocolonial.
Pocos como Lidia Herrera conocen la historia reciente de la fábrica, tras 41 años de labor ininterrumpida. La especialista en control de la calidad de la añeja industria insiste en que ni por la vía legal, ni mucho menos por la fuerza, cederán a las presiones.
Igual piensa Rolando González, jefe de área productiva y con 38 años en la refresquera. “Los cubanos seremos fieles al legado de los mártires de Artemisa, en especial porque el centro lleva el nombre de uno de ellos, y trabajó Tomás Álvarez Breto, otro moncadista”.
La antigua Coca Cola de Artemisa se llama hoy Fábrica de Refrescos Lázaro Hernández Arroyo, pertenece a la Unidad Empresarial de Base (UEB) Refrescos Artemisa, y tiene como misión producir bebidas saborizadas, concentrado de refresco a granel, concentrado embotellado y refresco Coral en bolsas para el Ministerio de Comercio Interior (Mincin), la venta mayorista y minorista.
Cierto, su privilegiada ubicación en la Carretera central, la forma tubular de las naves y el otrora letrero de Coca Cola en su fachada, la convirtieron en uno de los iconos visuales del municipio y sitio de referencia para viajeros.
Pero su origen alude a un pasado que no olvidan los cubanos. Se derramó mucha sangre para cambiar aquella realidad, hoy historia que nos convoca a defender el presente.