La niñez y adolescencia son etapas bellas de la vida. A esa edad creemos en todo: superpoderes, reyes mayos, brujas, el hombre del saco… Unos nos alegran y a otros les tenemos temor. Los adultos lo saben y se valen de esa inocencia para incitarnos al buen comportamiento, o a algo tan simple como comernos la comida.
Hasta ahí todo parece funcionar de maravillas, y ni siquiera quedan secuelas en la adultez. No importó si alguna vez nos portamos mal y por eso no vinieron los reyes magos, o si alguna noche no pudimos dormir pensando en el hombre del saco.
Sin embargo, nuevas formas de manipulación no tan sana llegan mediante Internet. Del maléfico ingenio de algunos dementes, nacen juegos como Momo y la Ballena Azul, que han cobrado la vida de niños y adolescentes, inmersos en cumplir cada uno de los riesgosos retos, incluido el final: quitarse la vida.
Para los adultos, eso es prácticamente desconocido. Creemos que cuando el niño está frente a la pantalla de un dispositivo, sea tablet, PC o móvil, está a salvo de los males de la humanidad y hoy en día no hay nada más lejos de la realidad, máxime si está conectado a Internet. Y no solo sucede en otras sociedades, sino hasta cerca de su casa.
Hablemos del peligroso juego conocido como Ballena Azul. Se dice que surgió en Rusia y, poco a poco, se fue expandiendo a través de redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter o WhatsApp.
Cualquiera puede caer en la trampa. Basta con entrar a uno de los grupos cerrados de los promotores del juego, quienes por 50 días asignan retos y reclaman evidencias del cumplimiento, como videos o fotos.
Casi siempre en la madrugada, los administradores envían mensajes del reto del día, con diferentes hashtags: #ballenaazul, #mardeballenas o #EstoyEnelJuego.
Los retos son disímiles y van aumentando en peligrosidad: levantarse de madrugada a mirar películas de terror, cortarse el labio, subir a lugares altos y permanecer allí por varios minutos, tatuarse con un cuchillo la figura de una ballena o pincharse la palma de la mano muchas veces con un alfiler. El reto varía, pero incluye siempre la muerte: saltar de un edificio alto, tirarse delante de un tren o ahorcarse.
Reportes noticiosos de varios países dan cuenta de muchos suicidios asociados a este juego y a otros con similar funcionamiento, camuflados con otros nombres.
Internet es fabuloso, no podemos negar lo valioso que puede resultar incluso para que nuestros niños sepan cada día más. Sin embargo, detrás de cada niño conectado, o mejor dicho, al lado, debe haber un adulto supervisando.
No hay una fórmula exacta para alejar a nuestros infantes de ese peligro. Negarles Internet, desconectarlos, es limitarles el aprendizaje. ¿Cuántas veces, ante una duda de Física, Matemática o Química, hemos consultado en casa videos con explicaciones de profesores?
Gracias al uso de la Red de Redes, he visto a niños desarrollar sus talentos, aprender más, ser más creativos. Lo que no podemos permitir es que Internet se erija en una vía para perderlos.
Vuelvo entonces a la inocencia, tan linda y a la vez tan peligrosa cuando de juegos macabros se trata. Si eres padre o madre y lees esto, no te alarmes, no limites a tu hijo del acceso a la WorldWideWeb, más bien guíalo, háblale de estos temas… y supervísalo.
No permitas que sea una víctima de desconocidos, uno más en la lista de fallecidos por algo evitable.
Muy buen articulo