Nada es tan trágico que no pueda causar risa. Nada lo es tanto, que no amerite un momento de risueño oasis para seguir enfrentando con ánimos más fuertes los contratiempos que, irremediablemente, están y vendrán a golpear los espacios donde vivimos.
Así pensó Ángel Silvestre Díaz Morales, el pintor de fecunda obra, el incansable creador caimitense al que la pandemia sorprendió en los distantes predios de Habana del Este, donde ahora radica de manera temporal su estudio de creación, aunque Caimito lo sigue reclamando con una fuerza inusitada.
En la soledad de un octavo piso, a buen resguardo de una pandemia que no se anda con contemplaciones cuando se trata de seres de edad considerable, Silvestre decidió crear las 30 obras que compondrían la muestra, nombrada Amor en tiempo de pandemia, inaugurada en la Galería de la Villa, de Habana del Este, y promovida en las redes sociales.
Su curadora Enma Pallí Martínez tuvo a bien el asumir esta muestra expositiva, donde el artista juega, descubre y afianza elementos estéticos que coquetean con lo sensual, lo naif, y lo popular.
Pero, ¿cuál es el sonriente partido que Silvestre ha sacado a sus sensuales criaturas de siempre? Pues la prenda del momento en el planeta, el nasobuco, que ha irrumpido en los trazos del pintor y lo ha hecho cargada de un sentido desbordadamente erótico, lo cual imprime un nuevo aire de frescura a los trazos del veterano creador caimitense.
Reír en el dolor es un consejo sano. Oxigena el corazón marchito. ¨La risa es el Sol que ahuyenta el invierno del rostro humano¨, aseguró el novelista Víctor Hugo, mientras que para el filósofo Nietzsche ¨el hombre sufre tan terriblemente que se ha visto obligado a inventar la risa¨. Ni más ni menos. Estoy de acuerdo con ambos clásicos del pensamiento universal.
Silvestre, de seguro, también lo está, aunque ni el espíritu del uno o del otro, se hayan asomado a esta treintena de obras en tinta y acrílico para compartir, de un modo tal vez increíble, tanto humor imprescindible en un tiempo tan letal.