Soñaba con jugar en una cancha de basquetbol profesional y ser el Michael Jordan de Cuba, pero hace veinte años, su vida cambió: un accidente le obligó a usar muletas y la situación económica lo llevó a trabajar en el campo; no obstante, mantiene su pasión por el deporte.
La amputación de una pierna a los 17 años, no significó el fin, sino un comienzo para Yunier Hechavarría Sosa. Ahora trabaja en el campo para mantener a su familia y sigue jugando básquet.
Natal de Las Tunas, comenzó allí la escuela de deportes. Entonces estaba lleno de alegría y esperanzas, pero la realidad económica se impuso y tuvo que dejar a un lado su pasión para empezar a trabajar.
La vida lo ubicó luego en Mayabeque. En el año 2002, como trabajador del central Manuel Fajardo, tuvo un accidente: montado en una locomotora resbaló y perdió la pierna.
Hoy tiene 37 años. Su esposa y dos hijos son el motivo para levantarse todos los días y trabajar en el campo. Aunque tiene una discapacidad física, afronta la vida con espíritu de valiente. Además chapea patios, funge como custodio en una casa… y hace, como él mismo dice, “lo que aparezca’’.
En las mañanas, mientras recoge viandas en la finca de algún campesino, las gotas de sudor le rodean el rostro. Solo una pierna le sostiene el cuerpo. “Cansancio, hambre, la tierra se aferra a mi ropa, pero no me importa. Estoy orgulloso de lo que hago”.
Este devenido artemiseño por su oficio ligado a nuestros campos, ha logrado anotar en el marcador todos los tantos a su favor. Su familia lo ve como el líder. Para ellos es el hombre capaz de estar en lo más alto del podio, el que encesta siempre en la misión diaria de llevar el alimento a la casa.
Sobre sus muletas se apoya la confianza y no la derrota. Persiguió sus sueños y hoy es, además, atleta de alto rendimiento del equipo paralímpico de Mayabeque. Oponentes de Brasil, México y Venezuela no impidieron que Hechavarría Sosa obtuviera medalla de oro en baloncesto.
Quienes le han acompañado en los últimos veinte años de su vida, lo toman como ejemplo. Aquellos que no tienen su fortaleza, lo envidian. Conoce y es conocido por todo el pueblo.
Así es Yunier, ganador de medallas y amante de la vida. Nunca usó como pretextos su discapacidad. Asegura que aun teniendo la oportunidad de escoger, no cambiaría nada de su existencia.
Este febrero, participará en una competencia de baloncesto en San José, Mayabeque. Desde ya sueña con la victoria. Mientras, se levanta cada mañana con incansable empeño y mucho amor por sí mismo, porque en su condición hay muchos, pero con su fuerza de voluntad, pocos.