La historia del tenis pudo ser otra bien distinta. El 30 de abril de 1993, Monica Seles, la joven número uno del mundo, aventajaba por 6-4 y 4-3 a la búlgara Magdalena Maleeva, cuando una persona del público entró a la cancha y apuñaló por la espalda a la yugoslava, quien aguardaba la reanudación del partido sentada en el banco.
Al alemán Günter Parche, el fanatismo enfermizo por su compatriota Steffi Graf le llevó a querer cambiar lo que todos intuían: un cambio de paradigma en ese deporte. Seles acumulaba 32 títulos del circuito y llevaba nada menos que 178 semanas al frente del ranking mundial de la WTA (Asociación de Tenis Femenino, según las siglas en inglés).
El 11 de marzo de 1991, con solo 17 años, se convirtió en la número uno del mundo más joven de todos los tiempos en el tenis para damas. Había desplazado de la cúspide a Graf, quien a su vez había permanecido en lo más alto desde el 17 de agosto de 1987 (186 semanas). El traspaso de mando estaba en marcha, y Parche le puso un freno histórico.
Su drive y revés a dos manos fulminaba rivales. Con apenas 19 años, la fantástica jugadora yugoslava ya ostentaba ocho trofeos de Grand Slam.
Triunfó en el Roland Garros en 1990, 1991 y 1992, así como en el Abierto de Australia en 1991, 1992 y 1993, y en el US Open en 1991 y 1992. Tres de aquellas finales se las arrebató a la alemana, quien le ganó la definición de 1992 en Wimbledon, el único Slam que Seles no conquistó.
Pero la balcánica tenía tanto talento que, a su regreso en 1995, con más de diez kilos de sobrepeso por los problemas alimenticios que le generó el atentado, dominó de inmediato en Montreal, Canadá, al superar a la francesa Nathalie Tauziat (12 del listado mundial), a la alemana Anke Huber (7) y a Gabriela Sabatini (6).
Ese mismo año participó apenas en el US Open, donde cayó en la final ante Graf. Tras reaparecer, cosechó 21 títulos más, incluido su noveno y último Slam: el Abierto de Australia de 1996.
La serbia volvió a las pistas gracias a su férreo empeño y disciplina; sin embargo, arrastraba problemas de sobrepeso, un desorden alimenticio que le hacía atragantarse de comida a altas horas de la madrugada, debido a ataques de ansiedad y depresión, a partir del asalto.
“Las papas fritas eran mi perdición, después de ser una campeona de tenis me convertí en una campeona de comer papas. La comida era mi única terapia”, recordó alguna vez.
El cuchillo apenas penetró unos tres centímetros y no tocó más que músculos. Se salvaron sus pulmones y el omóplato. Cinco centímetros más la habrían dejado paralítica. En cambio, la herida tuvo consecuencias psicológicas y emocionales. Seles nunca más volvió a ser Seles.
La legendaria Martina Navratilova ha sostenido que Monica Seles debió terminar su carrera con el récord de títulos individuales de Grand Slam, por encima de los 22 de Graf y los 24 de la australiana Margaret Court. “No tengo dudas de que este tipo modificó la historia del tenis”.