No solo su nombre es peculiar; toda la vida de esta mujer resulta fascinante. Egresada de la primera graduación de la Lenin, Libertad Herrera Herrera recuerda con devoción la ceremonia inaugural del centro en 1974, a la que asistieron Fidel y Brézhnev. “La Lenin me preparó integralmente”, asegura.
Luego vendrían sus estudios de Psicología en la Universidad de la Habana y la especialización en Psicología Educacional Infantil, donde tuvo como oponente de tesis al reconocido Manuel Calviño: “Siempre me imaginé trabajando en escuelas, círculos infantiles, y lo hice al principio, pero luego me orienté hacia otros sectores.”
En 1982, ya graduada de la Enseñanza Superior, elige una escuela bastante singular para realizar las prácticas: la de Hijos de la Patria, en Calabazar. “Fue mi primer trabajo y me enseñó muchísimo. Allí por primera vez topé con temas vinculados a la psicoterapia de grupo y la de apoyo.
“Eran niños que sufrían mucho, algunos huérfanos, otros con padres emigrados, que quedaron solos, en manos de la Revolución. Allí no todos estaban capacitados para tratarlos… fue difícil, días de llorar, tener que sobreponerme y continuar con la función que fui a cumplir.
“Al principio estuve sola, luego se sumó un logopeda y una profesora de música. De conjunto llegamos a crear la banda de la escuela. Fue increíble verlos tocando guitarra, cantando… Aquella banda escolar se convirtió en la municipal.
“Fue asombroso para ellos ver cuánto eran capaces de lograr con un poco de dedicación. Esos niños sin aspiraciones, con problemas psicosociales como el abandono y enormes carencias afectivas, fueron felices a medida que dábamos actividades. Eso demandó que yo tuviera que quedarme a dormir muchas veces, eran tres años profundos de verdad.
“Teníamos bastante contacto con el Ministerio de Educación, muy interesado en este grupo de muchachos, sus historias y su futuro. Nos prepararon para que hiciéramos algo semejante al grupo Ismaelillo.”
Recuerda cómo les gusta a los niños cosas tan elementales como los modales en la mesa; recuperaron del almacén manteles, copas, cubiertos y armaron la “mesa modelo”, que utilizaban como estímulo a los más aseados. Así se fueron emocionando, al punto que debieron acondicionar el comedor entero: “llegamos a interesarlos por la vida”, me confiesa.
Al salir de tan inmensa experiencia continuó su labor vinculada a la pedagogía en escuelas de Caimito.
“Llegar a este municipio me hizo crecer. Trabajaba como psicóloga escolar, pero entre Educación y Salud había contradicciones. Los primeros aplaudían que un psicólogo estuviera atendiendo sus instalaciones, pero Salud me quería en la clínica.”
Y aunque Libertad enfatiza que su especialidad no es la clínica, admite humildemente que el tiempo, el autodidactismo, la psicoterapia, el estudio constante, la lectura de folletos de psicólogos soviéticos, y la búsqueda para obtener respaldo teórico, la ayudó a adentrarse en otros perfiles de la psicología.
Es entonces que se involucra en el programa de Enfermedades Crónicas no Transmisibles, como eventos sociales que un psicólogo podía y debía tratar. “Me adentré en la atención al alcoholismo y el tabaquismo, las dos puertas de entrada a la droga, de ahí mi relación con la clínico Sonia Pérez, estudiosa de la Toxicología. Junto a ella vino la participación en eventos con estudiantes de secundaria, para tratar ese tipo de tópicos.
“Así terminé haciendo clínica, pero me salía del Policlínico, busqué la posibilidad de consultar en la sala de rehabilitación, e incluso me pidieron que asumiera una consulta de deshabituación. Entonces hicimos un grupo de tabaquismo: venía gente de Vereda, Los Naranjos y de aquí mismo…
“Aquello fue muy bueno, éramos un grupo de 14 profesionales colándonos en centros de trabajo, escolares, reflexionando y discutiendo temas de muchísimo interés para la sociedad. Se sumaron personas que querían dejar de fumar. Nos decían que éramos el ‘grupo de soluciones’, donde encontrar apoyo para abandonar la adicción. Ya después no se hizo más.”
“Luego de la diseminación del grupo se quedó solo el de salud mental, que radicaba en el mismo policlínico, pero no teníamos esa independencia y alcance pues la estancia allí dejaba un reducido margen para los recorridos. ¿Cómo íbamos a tener logros así?”
Ese espíritu guerrero no ha cesado en Libertad, ni después de jubilada: “Qué difícil fue para mí jubilarme, tuve que hacerlo por mi salud. Hoy estoy con Alcohólicos Anónimos(AA). Desde aquí puedo mostrarles todo lo aprendido, ser un punto de apoyo para ellos, indicar, guiar y hacerles ver que cuentan con las herramientas para dejar atrás ese problema y transformar su vida. Mientras tenga posibilidades de moverme, hablar y explicar seguiré al servicio de los demás.”