Muy poco ha transcurrido desde que el tenor caimitense Eugenio Hernández Castañeda, con una estremecedora interpretación del aria Nessun dorma, perteneciente a la ópera Turandot, de Giacomo Puccini, cerrara su instante de graduación de la Escuela Nacional de Teatro Lírico.
Ha sido corto el tiempo en verdad, pero no ha sido óbice para que esta joven promesa ya esté implicada en una impetuosa carrera en predios capitalinos, donde, curiosamente, el arte del bel canto tiene más adeptos que los imaginados por muchos de nosotros y por quienes debían promoverlos en nuestros medios de comunicación y no lo hacen.
La última buena noticia al respecto ocurrió recientemente, cuando Eugenio recibió, de manera compartida con Carlos Manuel González Vidal, el Premio del Primer Concurso Festival Lírico Nacional, un galardón que les estimula “sus ganas de querer conquistar el mundo”, tal como aseguró su compañero de podio González Vidal.
Pero poco antes, este vocalista se vio implicado, en el Liceum Mozartiano de La Habana, en el concierto Schuman-Wagner, protagonizado por jóvenes líricos de Cuba.
En este acontecimiento, Eugenio acometió la hombradía de interpretar un ciclo completo 16 lieder (canción), compuesto por Robert Schumann y el escritor Heinrich Heine, bajo el nombre de Amor de poeta, equivalente a 25 minutos cantando sin parar y con la suerte de que lo acompañara al piano Vilma Garriga, uno de los mejores pianistas acompañantes del momento.
Como dato importante, es necesario resaltar que con Eugenio es la primera ocasión, en Cuba, que un vocalista lírico acomete la interpretación de un ciclo completo de Schumann.
Sus compañeros de escena, el tenor Reinier Quintero y la soprano Isabel Torres Rodríguez, bajo los acordes de la Orquesta Juvenil del Amadeo Roldán, también formaron parte del elenco de este concierto, e interpretaron cinco lieder de Wagner, ciclo completo Wesendonck, en el caso de Reinier, y el aria Muerte de amor, de la ópera Tristán e Isolda, de Richard Wagner, en el caso de Isabel.
Hace algún tiempo escribí que “Eugenio tiene la cabeza repleta de sueños: quiere ser algún día el tenor de Madame Buterfly, interpretar algún personaje en la ópera Tosca y en un sinfín de creaciones que han dado la vuelta al planeta”.
Los sueños del joven tenor persisten y ya los van apuntalando no solo los triunfos y su activa participación en escenarios de primera línea, sino una intensa vocación donde el sacrificio, el estudio constante, la adecuada selección del repertorio y el cuidado de la voz deciden todo, absolutamente todo.