Tan intensa como diversa es la obra del más universal de los cubanos, José Martí, del cual prefiero siempre sugerir la lectura de sus obras, sin apelar a los adjetivos habituales en este caso, pues solo quien confronte por sí mismo lo escrito por el Apóstol sabrá sacar conclusiones auténticas
Es cierto que muchos autores se han acercado con respeto y veneración a la obra martiana, pero toca a cada quien, en lo particular, pintar su propio retrato de El Maestro.
Martí no es, definitivamente, lo que nos cuentan de él, sino lo que acabamos por asumir nosotros en nuestro imaginario, donde a veces, por suerte, tantos autores brillantes han dejado significativa huella de la intensa aventura humana.
De ahí que fuera loable el propósito de cuatro escritores artemiseños invitados a la peña Entre el verso y la pasión, conducida por la promotora y especialista Literaria Ana Margarita Ibáñez, en la biblioteca Antonio Maceo, en Bauta, y con la participación de alumnos de la escuela secundaria básica Doctor Bernabé Ordaz, y de la primaria Clodomira Acosta, quienes cantaron y declamaron bajo la dirección de la promotora Yalia Roger Surí.
El dramaturgo Juan José Jordán, las narradoras María del Carmen Terry y Cecilia Valdés Sagué y el periodista Miguel Terry Valdespino, en un intento por abordar desde una visión novedosa la vida y obra del autor del Ismaelillo, resaltaron la cercanía espiritual que mantenían con el Héroe Nacional Cubano.
Jordán, quien por espacio de dos meses trabajó en la dirección de una puesta en escena en Colombia durante el pasado año, reconoció haber sentido durante esa ausencia del país el intenso concepto de Patria enarbolado por Martí.
“La Patria no es solo una cuestión política, sino una profunda pasión que te lleva a sentir el orgullo de ser cubano en el país más distante, tal como siempre le sucedió a Martí. Este viaje a Colombia me reafirmó que jamás podría vivir fuera de Cuba”, aseguró.
Cecilia Valdés evocó a Bernardo Figueredo, el joven de 14 años que acompañó a Martí en un viaje entre Tampa y Nueva York, trayecto donde aprovechó para dibujarlo en varias poses, absolutamente naturales, y sin imaginar la grandeza universal que adquiriría aquel hombre sencillo y conversador, a quien sirvió de compañía “de igual a igual”.
En ese viaje Figueredo consiguió el único retrato de perfil del Maestro y el único donde aparece durmiendo, alejado de ese encartonamiento que muchas veces las estatuas y esculturas dan a los héroes.
María del Carmen Terry reconoció la amplitud de conceptos martianos sobre los más diversos tópicos del comportamiento humano y recordó que diversos cantautores, con Amaury Pérez en lugar privilegiado, han realizado una encomiable musicalización de la obra poética de Martí.
Miguel Terry hizo referencia al artículo martiano Jesse James gran bandido, publicado en el periódico La Opinión Nacional, en Caracas, Venezuela, en 1882, donde el Apóstol deja constancia asombrada acerca de la intensa “admiración popular” que despierta un verdadero canalla, asaltante de bancos y asesino como James.
Para Terry, este sería uno de los preámbulos del mismo trato dulzón, amable y manipulado que recibirían en la vida, la prensa y el cine norteamericanos, figuras tan despreciables como el general Georges Custer, jefe del tristemente célebre Séptimo de Caballería y un despiadado genocida de la población india, el archiconocido mafioso Al Capone, autor también de decenas de crímenes, y otros matones y cowboys como Billy el Niño y Wyatt Earp, a la postre aclamados héroes de la cinematografía gringa.
Fue, sin dudas, una mañana útil, de lúcidas valoraciones, donde Martí, una vez más, volvió a tocar las fibras más íntimas de la condición humana y donde dio otra prueba de ser un manantial inagotable del cual seguiremos bebiendo.