Ni la recta, ni la curva, ni el cambio de velocidad, ni siquiera aquella especie de sinker casi indescifrable; sus mejores lanzamientos se llaman Yuleisis, Thalía, Thailen, Alquízar y los Cazadores de Artemisa, de los que acaban de nombrarlo como director, por sus méritos sobrados. Con ese repertorio, Yulieski González Ledesma se torna invencible en los terrenos de béisbol.
Y vaya si “El Zurdo de Oro”, el lanzador recordista en promedio de ganados y perdidos en nuestras series nacionales, con balance de 15-0 en la campaña de 2009, disponía de atributos eficaces cuando subía al montículo. Pero su esposa e hijas ¡y su pueblo! han sido las armas más efectivas: la confianza y la inspiración.
Con semejante armadura, enfrentó a unos y otros rivales y se convirtió en un pícher estelar, en la época en que su equipo Habana tenía el mejor cuerpo de picheo de Cuba, cuando discutieron dos finales y ganaron una.
A los tres lanzamientos básicos, sumó el tenedor y la recta de dos costuras. Javier Gálvez y Bernardo “Navaja” González, excelentes entrenadores de picheo, le enseñaron trucos y terminaron de pulir su talento. Si la situación se complicaba, recurría a la recta pegada, incluso a 94 millas por hora. Combinaba esa rápida con una curva capaz de bordear la esquina interior del plato.
Tras integrar los equipos Habana (hasta la Serie Nacional 50) y Cazadores de Artemisa (desde la 51 hasta la 59), se retiró del box y, en dos ocasiones, tomó las riendas del conjunto de Alquízar en la Serie Provincial, ambas veces titulado campeón.

“Solo trato de crear una gran familia y que todos vean cuán importantes son para el equipo. Procuro sacar el máximo rendimiento a los peloteros y darles la máxima confianza”.
Eso sí, resulta curioso el hecho de que Yulieski dirija y sea uno de los lanzadores, a la vez.
“Pero no ha sido complicado, porque los propios atletas me lo piden y yo me debo a ellos”.
Otra cosa habrán sido las disímiles sensaciones que le despertaron a quien comenzaba a tomar decisiones desde el banquillo, al volver a vivir el juego desde el montículo.
“Siempre es bonito, porque amo lo que hago y mi pueblo de Alquízar anhela verme en el box”.
Ante él pasaron, entonces, tantos buenos momentos, “como el año que integré por primera vez el equipo Cuba, lancé el partido de la semifinal, logré la victoria y le di al conjunto el pase a la final del campeonato mundial. Ese juego fue una gran responsabilidad para mí. Panamá nos había jugado bien en la fase clasificatoria, y se habían calentado los ánimos.
“Yo era novato en el equipo; nunca pensé que me darían esa oportunidad. Pero Higinio Vélez me preguntó el día antes: ‘si tú fueras el director, ¿a quién pusieras a lanzar?’, y le dije que a mí mismo. Así fue: piché siete entradas en las que permití solo una carrera. Fue una gran labor”.
En la Copa del Mundo de Holanda 2005 desarrolló una faena excelente: tres triunfos sin derrota, promedio de limpias de 1.62 y 17 ponches en 16.2 entradas.
En cambio, su consagración ocurrió en la cita de 2009, con triunfo de 5-1 en semifinales ante Canadá. Le enfrentaron con bateadores zurdos. Yulieski les pichaba por el lado del brazo y colocaba la bola donde quería, siempre por encima en el conteo. Apenas permitió una carrera limpia en ocho capítulos, ponchó a 10 hombres y terminó otra vez con 3-0.
Fue campeón mundial, centroamericano, de la XVI Copa Intercontinental y segundo en el I Clásico Mundial de Béisbol, en 2006, cuando no permitió anotaciones a Japón, solo un elevado al jardín derecho.
A lo largo de 23 clásicos domésticos, intervino en 435 encuentros: ganó y perdió 150. Ponchó a 1 563 adversarios y regaló 880 boletos, con PCL de 3,92. Frustró a 80 corredores que intentaron robarle bases.
Cuando impuso el récord de 15 juegos ganados y ninguno perdido, encima acabó líder con 111 abanicados en 124 episodios, y ocupó el tercer escaño de efectividad con PCL de 2.25. Usó más el cambio y perfeccionó el tenedor.
“Sin control, no puedes trazar una estrategia. Los lanzadores de hoy le deben mucho al terreno de béisbol. Considero que el éxito desde el box se basa en la disciplina, la profesionalidad y el sacrificio.
“Lo más importante de un lanzador es el control. Sin él nunca vas a lograr un buen repertorio. Puedes tener el coraje que desees, pero sin control no hay nada”.
Eso les inculca también a sus pupilos en la Serie Provincial, una cantera para las Series Nacionales que debería ser más efectiva.
“Se ha despreocupado un poco su papel. A muchos muchachos que tienen buenos resultados no se les toma en cuenta; no los eligen a las preselecciones de la provincia. Además, es preciso destacar que, mientras los peloteros a ese nivel intervengan en mayor cantidad de juegos, llegarán mejor preparados a la Nacional”.
Así como estudiaba a los rivales y afinaba el modo de dominarlos, Yulieski dedica más tiempo a sus mejores lanzamientos. Le enorgullece contar que el récord de 15 victorias lo consumó ante el Cienfuegos de Pito Abréu, Osvaldo Arias, Puig, Arruebarruena… a quienes dejó en par de hits en ocho entradas. “En esa contienda sicológicamente me mantuve muy fuerte, con el apoyo de mi familia.
“Sin ella nunca hubiera obtenido tales resultados en mi carrera. Desde mi niñez, mis padres y mi hermana fueron mis guías y me apoyaron en todo. Gracias a Dios, todavía están conmigo y siguen siendo un horcón en mi vida.
“Tengo dos hijas, Thailen, de 17 años y Thalía de 20, que me va a hacer abuelo: ¡ojalá sea un macho, a ver si sigue mis pasos! De cualquier modo, vamos a educarlo para que sea una persona de bien. Lo repito: mis hijas son mi vida; vivo orgulloso de ellas, como ellas de su papá.
“Y a mi esposa Yuleisis le debo todo: mientras yo andaba lejos, en mi carrera, ella era mamá y papá. Siempre estuvo al tanto de mis cosas, de las buenas y las malas. Esas tres mujeres son mi alma. Por supuesto, también tengo muchos amigos. Me debo a ellos y a mi querido pueblo de Alquízar”.
Y ¡finalmente! su segundo título en dos presentaciones en la Serie Provincial ha sido el mérito definitivo para encarar la dirección de los Cazadores de Artemisa, de acuerdo con la página web dedicada al equipo.
“Sé que el pueblo artemiseño anhelaba verme a su mando. Lo enfrentaré con el mismo deseo y amor que he peleado con mis Tigres de Alquízar”.
