Por supuesto, no hay nada tan importante como salvar vidas, pero enseñar a salvarlas es el respaldo para continuar haciéndolo. Disponer de profesores bien preparados permite formar a quienes han de cubrir cada servicio, institución, área de Salud e incluso las aulas. Si el ciclo falla, como ocurre en Artemisa, peligra esa garantía.
Una de las razones principales radica en la enorme presión asistencial sobre los profesores: al no estar cubiertas todas las plazas de especialistas, quienes permanecen en su labor han de atender un mayor número de pacientes, lo cual les reduce el tiempo para investigar y publicar… y eso provoca que pierdan la categoría docente.
Por si no bastara, también resulta difícil el acceso a las revistas donde insertar las investigaciones.
Como consecuencia, si no publican y les retiran la categoría, habrá menos profesores frente a los futuros médicos y especialistas; por tanto, se menoscaba la formación de quienes están llamados a resolver, precisamente, la carencia de profesionales de la Salud.
Muy escasas fuerzas
Ocho servicios han sido afectados notablemente, al no tener la plantilla cubierta, por la emigración, licencias, misiones en el exterior y longevidad de especialistas que no prestan servicios de urgencia ni nocturnos, y no hay relevo a la vista para ellos, declara la ginecóloga Yembila Novo, jefa del departamento docente.
“Así se debilita la atención primaria de Salud, pues no brindamos consultas de urología, nefrología, ortopedia… con la frecuencia debida, en la comunidad”, expone.
Desde luego, tampoco sucede diferente en el hospital Ciro Redondo. Sobre María Elena Zurbiaur (ya de 73 años) y Nuria Molina, recae la docencia de los ocho residentes de Medicina Interna. A su alrededor, unos no manifiestan interés en emprender la categoría docente, otros la perdieron, y disponen de apenas dos recién graduados en ese plan.
En cirugía acaece otro tanto. Una doctora instruye a los estudiantes de cuarto y sexto años de Medicina y a los residentes de esa especialidad (41 en total). Encima, atiende a los pacientes y hace guardias.
Mientras, en Ginecología son tres los profesores, uno de ellos Avelino García, el jefe de ese servicio, quien si no publica el año próximo igual perderá la categoría.
Novo comparte esta panorámica a fin de alertar sobre cuán pocas fuerzas sostienen la formación de nuevos profesionales.
Valga el ejemplo de la profe María Elena, tan respetada y querida. Hace mucho rebasó la edad de jubilación. Como le apasiona su obra, no parece sentirla como un trabajo, pero esa pasión necesita multiplicarse.
Y lo que crece es la lista de a quienes han retirado la condición precisa para impartir docencia: Guianeya Encinosa, Ruperto Cruz, Dunia Porceló, Juan Alberto Cruz, Nuria Molina…
Encinosa, especialista en Medicina Interna y subdirectora del hospital, explica que la covid le coincidió con el período del cambio de categoría docente.
“Contra viento y marea, buscando a las profesoras hasta en su casa, para realizar los exámenes necesarios, conseguí vencer una serie de pruebas. Discutí el trabajo de Filosofía. Tenía, incluso, las publicaciones. Solo faltaba el ejercicio, pero no se pudo convocar al tribunal; cuando lo lograron, ya se había vencido el tiempo.
“Ahora tendría que realizar el ejercicio para volver a ser instructora, después de 30 años en la docencia”.
A Yembila Novo la frustran, además, las investigaciones pendientes a publicar en revistas de Holguín, Mayabeque y Villa Clara, en esta última en proceso de revisión desde noviembre de 2021.
Superarse metodológicamente cada día
“Los profesionales de la Salud se gradúan con un amplio perfil, que deben desarrollar una vez ubicados en policlínicos, consultorios, clínicas estomatológicas y hospitales, ya en la labor asistencial, o en la docente, investigativa y administrativa”, afirma la doctora Novo.
“Como la formación inicial del claustro no es pedagógica, han de superarse metodológicamente cada día, para alcanzar la calidad requerida en el proceso educativo de quienes aspiran a formar. A los dos años de graduados, precisan realizar un ejercicio de categorización.
“Entonces, alcanzan la categoría transitoria de Instructor, la cual pierden si —al transcurrir cinco años— no transitan a una superior. Incluso las categorías superiores deben ratificarse cada cinco años, previa muestra de la función investigativa del profesor.
“Y la investigación culmina solo cuando es publicada; por eso, resulta ineludible el acceso a revistas de impacto. Sin embargo, en nuestra provincia no contamos con revistas propias. Encima, las disponibles demoran en asignar y revisar los trabajos, muchas veces por falta de editores, y exceden los 90 días establecidos para dar respuesta a los autores.
“Eso ocasionó la pérdida de la categoría a varios profesores, lo que perjudica la pirámide docente de cada servicio o institución”, enfatiza la jefa de departamento.
¿Cuán esencial es investigar?
Para Novo, la investigación resulta indispensable en la vida de un profesional de la Salud. “Cada diagnóstico nuestro es una investigación que triangula la información adquirida en el interrogatorio, el examen físico y los complementarios. Ocurre también cuando valoramos la evolución clínica de un caso, o el efecto de un medicamento en cada paciente.
“Considero necesario que en cada institución se lleven a cabo las investigaciones pertinentes a los problemas científicos detectados en estas. Pero las tareas fundamentales han de ser la asistencial y la docente; unidas, son las encargadas de formar al profesional de la Salud”.
La joven doctora alude a la influencia de la covid, la crisis económica y el recrudecimiento del bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos. “Ha aumentado la emigración, la cual acrecienta la pérdida de profesores y la sobrecarga de quienes permanecen; por eso, cada día disponemos de menos tiempo para investigar.
“Igual que la docencia, la investigación requiere horas extra, acceso a Internet y gastos. Aun así, debe ser un requisito para la obtención de grados científicos y la categoría de investigador, no para la categoría docente.
“Lo esencial en la formación de profesionales es la metodología, la educación en el trabajo y el acompañamiento en tareas docentes-asistenciales, con la entrega que demanda. En cambio, la investigación y la administración pueden ser enseñadas por otros profesores investigadores y administrativos, no necesariamente por quienes llevan la responsabilidad docente-asistencial”.
Ante el desafío que encara Artemisa, el artemiseño acudió a Miriam Alpízar, viceministra de Educación Superior, quien vivió el inicio de la Universidad de Cienfuegos, hace 43 años y recién celebró los 75 de la Central de Las Villas (UCLV).
“La de Artemisa es una universidad nueva, que ha de recurrir a sus líderes científicos y nichos de ciencia, con tal de engranar el sistema de trabajo y generar iniciativas. Tiene que haber una mayor gestión e involucrar quizás a los mejores estudiantes en la docencia. Pero un profesor sin investigar hace perder calidad a la formación de nuevos profesionales.
“Es un tema multifactorial complejo que inquieta a departamentos y carreras de todas las universidades, asociado al fenómeno demográfico, la emigración, la competencia de nuevos actores y temas salariales. Habrán de enfrentarlo con el desarrollo de estrategias diversas, entrega, trabajo en redes y estrechar los vínculos con el territorio”.
La solución no parece sencilla, en lo absoluto. Demandará sacrificio, inteligencia, apoyo, flexibilidad y, como siempre, amor a la obra. En salvar y enseñar a hacerlo está en juego la vida.