La aspiración de los artemiseños a tomar un helado de calidad a buen precio no se enfría nunca. Al contrario, el tema parece calentarse una vez más por estos días, cuando no hubo las tan codiciadas ofertas en el Coppelia… y un día reaparecieron, pero la alternativa eran bolas a 15 pesos.
Incluso la joven clienta Cheila Pérez advierte que “no existe relación entre calidad y precio, porque el helado no tiene buen sabor ni consistencia. He probado en otras ocasiones el de ocho pesos la bola ¡y es mejor que este de 15!” En ese criterio coincidieron varios comensales.
Rememoraron aquellos de guayaba y mango, cremosos y consistentes de hace apenas cuatro años, así como las mañanas, tardes y noches en que las puertas de la instalación nunca estaban cerradas.
El trópico reclama frío
Nuestro calor, extendido con frecuencia a las cuatro estaciones del año, hace de alimentos fríos como el helado una necesidad permanente. Entonces defrauda sobremanera ver el Coppelia sin vida, sin sus fieles en cada mesa, con la pizarra de ofertas guardada en algún rincón.
Sergio Cordero, director de la UEB de características especiales Pizzería O Sole Mio, a la cual pertenece el local en cuestión, explica lo que sucede.
“Nuestros proveedores son los Lácteos de Santa Cruz y Guanajay, cuyo producto vendemos a ocho pesos la bola. Además, tenemos contrato con un cuentapropista de La Habana. Santa Cruz debe abstecernos tres veces a la semana, pero la escasez de materias primas, y recientemente de azúcar, provocan inestabilidad en sus entregas.
“Guanajay debe suministrar los martes, jueves y a veces los sábados. La mayor parte de sus producciones las destinan a la capital; cuando su producción alcanza para La Habana y nosotros, nos sirven 200 a 300 tinas de tres litros selladas, listas para la venta.
“Las que van al salón, para vender por bolas en diversas especialidades, son principalmente las de Santa Cruz, aunque no hay estabilidad; no sabemos cuándo van a entrar. Y solo ciertas veces Guanajay aporta al salón, cuando entregan tinas de diez litros en bolsas de nailon”.
José Jesús Pacheco, director de la UEB ubicada en la Villa Blanca, argumenta que producen helado “con materia prima comprada en MLC. Procuramos venderlo a las tiendas que operan en esa moneda, para recuperarla y poder llevar al Coppelia ese helado de calidad, de crema al 9 u 11%, a un precio por acuerdo, diferenciado, y resarcir lo invertido en la materia prima”.
Armando Jiménez, director de la Empresa de Productos Lácteos de Artemisa, arroja nuevas luces.
“La provincia no se autoabastece de leche de vaca. Para cumplir con la canasta familiar, con los niños, el yogur de dieta, salud pública y educación, se necesitan unos 25 000 litros. Si la usamos para el cultivo del yogur de soya, entonces serían casi 30 000 diarios. Y en esta época estamos acopiando un promedio de 16 000 litros; la diferencia resulta considerable.
“Por supuesto, estamos recibiendo ciertas cantidades a fin de entregar la leche a los niños”, subraya.
Entretanto, Dandry Pérez, director de la UEB Santa Cruz, perteneciente a la Empresa, contrasta cómo Sancti Spíritus, con apenas ocho municipios y menos población, acopia casi diez veces la cifra de Artemisa: 150 000 litros de leche.
Seguro el panorama del Coppelia y de otros establecimientos artemiseños cambiaría de manera radical, si los productores de estos lares tributaran tales volúmenes.
Alternativas a muy alta temperatura
Por si no bastara, los precios calientan el helado.
El director de la UEB O Sole Mio aduce que “los fijamos de acuerdo con el costo, al cual agregamos los impuestos que pagamos, la energía, el agua y el salario de los trabajadores. Pero lo esencial en el aumento resultan los precios superiores en que nos venden a nosotros.
“El cuentapropista nos vendía a 650 pesos la tina de diez litros, hoy a 750; por tanto, tuvimos que subir la bola a 15. De todos modos, no disponemos de ese helado con frecuencia, porque le afecta la falta de fluido eléctrico, ni tampoco podemos guardar grandes cantidades aquí, porque el helado sí necesita frío constante.
“Si cuando lo cargamos está flojo, llega aquí derretido, y hay que venderlo por tinas, ¡a ver quién lo quiere comprar!, porque pierde sus propiedades.
“Desde la fábrica hasta su destino, el helado debe venir en un equipo de frío. Pero Santa Cruz está a 60 kilómetros, y lo traemos en un carro sin frío. Al llegar ya no puede tener la misma calidad, y comienza a derretirse. A veces, la población reclama que se le venda al momento. Y no podemos rebajarle el precio; las pérdidas serían inmensas.
“La estructura del Coppelia incluye una fábrica de helado, que se convirtió en una Mipyme particular. Tenemos contrato con ellos para comprarles y un salón preparado para vender su helado. Aún no sabemos el precio: no han comenzado a producir y no conocen los gastos que les van a generar”.
Menos acertado sería recurrir a la ya prestigiosa Helados Cyd. Yendry Ramón García Cyd, uno de sus representantes, asegura que el precio de las producciones de esta Mipyme varía, en dependencia del costo de los dólares en efectivo que circulan en la calle.
“Cuando el USD estaba a 200 pesos en el mercado informal, vendimos la cajita de cuatro litros a 2000 pesos, porque nosotros compramos el dólar y con él importamos todas las materias primas que usamos. Después la bajamos a 1600 y 1400, cuando el USD bajó.
“No nos conviene venderle al Coppelia de Artemisa ni a instalaciones estatales de La Habana (de las que nos han llamado). Les cobramos la cajita a 1600 pesos y, si la semana siguiente, en 15 días o un mes (tiempo que tardan en retribuirnos), el dólar aumenta… nos genera pérdidas”.
Pactar, persuadir, sumar
“Generalmente, nuestro helado emplea una leche (como prevén las 63 medidas y establece el acuerdo 9220 del Consejo de Ministros) comprada a precio por acuerdos. Los campesinos nos venden el sobrecumplimiento a 35 pesos el litro, y están pidiendo incluso un aumento para 2023”, revela el director de la Empresa de Productos Lácteos de Artemisa.
“Eso encarece la ficha de costo de la producción de helado y, por supuesto, los precios a las nuevas formas de gestión en la gastronomía, a partir de los cuales ellos elaboran sus propias fichas y forman el precio al pueblo.
“Sabemos a cuánto está el litro de leche en la calle. Tratamos de negociar con los productores a un precio menor que en el mercado informal; les planteamos que este producto va a la población y todos los consumimos”, señala Armando Jiménez.
“Algo similar ocurre con las frutas. La provincia produce helados con pulpa de mango, de guayaba… Las compramos, pero a precios por acuerdo, altos, que encarecen la producción”.
Cuando los Lácteos no consiguen surtir el Coppelia, allí recurren al cuentapropista y su helado a 15 pesos la bola, con el consiguiente enfado de muchos y frustración de otros. Si llega el de Santa Cruz o Guanajay, a ocho la bola, los rostros cambian notablemente.
Para Leonel Alcalá, el precio es asequible. “En ningún otro lugar te puedes tomar un helado como aquí”. Celia Linares lo encuentra cremoso y rico. “Y, para como andan los precios por todas partes, estos están buenos”. Abel Gómez insiste en que “en la calle sale más caro. La cola siempre demora y también la cantidad de gente, pero vale la pena”.
Hay un amor que nace a una edad temprana y, aun así, nunca termina. Es el helado. Por eso Odalis Jacobo Iglesias, otra enamorada de los sundae, turquinos y ensaladas, reitera que “en relación con otros y con la calidad, me parece bien. ¿Qué falta? Que venga más seguido y siempre lo tengamos”.
Por JOEL MAYOR LORÁN y LAURA MARÍA ORTEGA