Recientemente nos animó la noticia del otorgamiento del Premio Nacional de Cultura Comunitaria al grupo portador de tradiciones 1802, de Bahía Honda, un galardón único de su tipo en el país.
El lauro, conferido por el Consejo Nacional de Casas de Cultura desde 1999 con carácter bienal, reconoce la trayectoria de excelencia en el trabajo sociocultural, la contribución al desarrollo humano individual y colectivo, y a la transformación de la calidad de vida de personas, grupos y comunidades.
Los bahíahondenses merecieron el agasajo en la categoría de Agrupación o Institución; también se entrega en las de Personalidad y Proyecto Sociocultural.
El jurado presidido por el artista de la plástica Agustín Villafaña e integrado por otras personalidades vinculadas a la creación cultural en la comunidad, seleccionó el premio entre más de 40 propuestas de toda Cuba.
Acerca de nuestros coterráneos, trascendió: “Han conservado hasta nuestros días el toque conocido como allejúmatá, distinguido por la ejecución de bailes fuertes, enérgicos y explosivos, con notables expresiones corporales, en los cuales se pueden apreciar elementos culturales arará de la región del Sur de Benín y de otras etnias procedentes del occidente de África, así como la interpretación de cantos en español y en lengua arará y danzas dedicadas a distintos orishas, en las cuales los bailadores utilizan vestuarios cuyos colores se corresponden con la identidad y su poder en la naturaleza.
“Entre ellos existe uno nombrado akaro, que es único de su tipo en la localidad; utiliza el color morado y se sincretiza con San Bartolomé, cuya fiesta se celebra el 24 de agosto y forma parte del complejo festivo denominado Fiestas Folclóricas de Casanova, en Bahía Honda”.
La agrupación fue fundada el 9 de septiembre de 1972, con el apadrinamiento de la hermana del combatiente Pablo de la Torriente, en el homónimo ingenio, antaño central Orozco, propiedad de José Manuel Casanova y Clefiño, Senador de la República a quien apodaban “el Zar del azúcar” en el municipio.
Actualmente, cuenta con 24 miembros descendientes de africanos lucumíes, con influencia arará procedentes de Nigeria y Benín.
Las tumbadoras o tambores llamados Illá, Orbat y Erum (llamador, quinto y salidor), un agogÔ hecho de una guataca y un clavo de línea, figuran entre sus instrumentos musicales. Los toques de los tambores son una simbiosis entre lo congo y lo yoruba, conocido como palo cruzado; es así que le cantan y bailan a los orishas: su repertorio está inspirado en esas deidades.
Las fiestas se acompañan de ceremonias, matanzas, sacrificios de animales de cuatro patas y aves.
Esta agrupación posee también en su aval el Premio Nacional Memoria Viva, auspiciado por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. Los galardones reconocen tanto su gestión en la salvaguarda del patrimonio cultural vivo como en el fortalecimiento de la vida cultural de las comunidades a través del trabajo comunitario.
Artemisa cuenta con otros dos grupos portadores de tradiciones, cuyos miembros son descendientes de africanos traídos forzosamente a Cuba, para trabajar como esclavos en la producción azucarera, durante la época colonial: Magino Arará y Kinfuiti.
Por su importancia y trascendencia para la identidad cultural del territorio, el sistema de la Cultura diseña estrategias para su salvaguarda como investigaciones, otorgamiento de becas para su sostenibilidad y promoción en eventos y festivales desde el nivel local hasta internacional, destacó Diana Díaz, especialista de Comunicación en el departamento provincial de Casas de Cultura.
Merecido reconocimiento, excelente grupo danzario identitario de nuestra cultura y digno representante del batey azucarero de Orozco.