Si bien las ambulancias deben usarse para trasladar a pacientes camillables, y en urgencias o emergencias médicas, en la práctica estos vehículos asumen otras funciones como la movilidad de artemiseños a turnos médicos en La Habana.
“Durante la COVID-19 existía un servicio de Medibus diario desde los municipios para tales casos, contratado con la Empresa de Transporte Escolares (ETE), la cual, ante su escasa disponibilidad técnica, redujo la frecuencia a lunes, miércoles y viernes. Por eso, martes y jueves, acudimos a las ambulancias”, explica Jorge Félix López, jefe de Transporte Sanitario en la dirección provincial de Salud (DPS).
Cuando se destina uno de estos vehículos para esos menesteres, generalmente permanece el día con uno o dos pacientes, y queda desprotegido el servicio en su municipio, máxime cuando la disponibilidad es exigua.
Igualmente, ante la inexistencia de Medibus para el movimiento de enfermos dentro de la provincia, ciertos casos recaen también sobre ambulancias.
Así sucede en Caimito, donde se encargan de consultas y traslados de personas mayores –no solo encamados- hacia policlínicos u hospitales.
“Cualquier emergencia se hace a través del Centro Coordinador Generalizado de Artemisa, desde la recepción de llamadas por el número 104”, explica Ismary Forte, representante de la base de ambulancias en la localidad.
Actualmente, autoridades de Salud y la ETE en Artemisa, colegian las demandas de los municipios, para según sus posibilidades, aumentar las frecuencias de viajes, insuficientes para la demanda de pacientes.
Incluso en San Cristóbal, donde el servicio es diario -lunes, miércoles y viernes hacia Pinar del Río y martes y jueves a La Habana-, existen personas que no pueden acceder.
La Unidad de Aseguramiento de Salud (UAS), ha solicitado a la ETE aumentar una frecuencia en viajes a La Habana, por estar más saturado el servicio, o permitir el traslado de pie para los acompañantes. “Lo primero no pueden garantizarlo por disponibilidad técnica, y en cuanto a lo segundo, aluden una resolución ministerial que impide hacerlo.
“Lo más complejo es la transportación de los pacientes pediátricos de Oncología, lunes, miércoles y viernes, hacia la capital, para lo cual, entre otras alternativas, coordinamos el viaje junto a otro enfermo que clasifica para ambulancia”, explica Ricardo Travieso, jefe de la UAS.
Un funcionamiento más efectivo del sistema de Medibus evitaría la sobreexplotación del limitado parque de ambulancias con traslados de pacientes no urgidos de estas, y al mismo tiempo, aligeraría el servicio, saturado ya.
También existen otros usos quizás más indebidos de estos vehículos, que favorecen su desgaste, como el traslado de recursos médicos, trabajadores y hasta diligencias personales. Quienes incurren en tales prácticas deberían reflexionar acerca de la importancia de preservar los medios.
Ambulancias, adentro
En las mesas coordinadoras laboran enfermeros en turnos de 24 horas. Además, las tripulaciones de las ambulancias se componen del conductor paramédico, en correspondencia con sus características: el carro AVA (Apoyo Vital Avanzado) exige un licenciado en Enfermería, entrenado en cuidado intensivo; y el básico, un Paramédico Integral.
En Mariel, disponen del personal competente. “La capacitación es una vez al año en el propio municipio, y cada vez que sea necesario recalificar a algún trabajador”, asegura Jesús Temprana, jefe de Departamento en la base de ambulancias.
Contrariamente, en San Cristóbal presentan dificultades con el completamiento de los recursos humanos. “Tenemos limitaciones con los licenciados en Enfermería por solicitudes de baja, profesionales en cumplimiento de misiones internacionalistas y contratos de trabajo en el exterior”, expone Haydeé Díaz, al frente de la base.
Las tripulaciones en Caimito están completas. Al contar solo con carros básicos, no requieren de graduados en Enfermería.
“La capacitación y recalificación del personal se realiza mediante programas o diplomados de la Facultad de Ciencias Médicas, y con un claustro de profesores médicos o licenciados con categoría docente y especializados en la atención al paciente grave”, explica el doctor Orlando Valdés, de la Sección de Urgencias y Emergencias, en la DPS.
Por otro lado, Kirenia Carballo, enfermera fundadora de la base sancristobalense, asegura que “hace años no recibe uniformes”, siendo la falta de vestuario otra problemática generalizada en la provincia, reconocida por Oscar Muxart, vicedirector general de Salud.
“El Ministerio no lo ha podido garantizar. Indicamos a las UAS en los municipios contratar la confección de uniformes a entidades del territorio dedicadas a la actividad. Mientras, pedimos a nuestro personal usar al menos un pulóver blanco”.
Otro tanto sucede con la disponibilidad de insumos médicos para desempeñar su labor: escasos, como en el resto del sistema de Salud.
Específicamente en Caimito, Forte considera que deberían contar al menos con un kit de primeros auxilios, pues si bien todos sus carros son básicos, “cuando hemos respondido ante la ocurrencia de algún accidente de auto o urgencias de otro tipo, no tenemos los medios elementales para socorrer”.
En cuanto a la alimentación, está estipulado el pago de una dieta para las tripulaciones que, por trabajo, no acceden a los horarios de comedor, lo cual, deberán justificar en la documentación, pero eso depende de la realidad de cada lugar.
En Mariel, reciben los alimentos crudos. Como los elaboran en la base siempre están disponibles para los ambulancieros. Allí no se entrega ese estipendio.
En San Cristóbal, donde los trabajadores dependen de los horarios de comedor del hospital Comandante Pinares, sí perciben el reembolso quienes lo requieren. Sin embargo, en Caimito, usan el servicio de comedor del policlínico, o llevan la comida de casa, sin retribución monetaria, al igual que los colegas de Artemisa, quienes almuerzan de lo elaborado en el hospital Ciro Redondo García, si están en zona.
Artemisa: el trabajo de trabajar
Si bien las condiciones para la estancia del personal durante las horas de servicio resultan bastante aceptables en las bases de Caimito, San Cristóbal y Mariel, el panorama es desalentador en la ciudad cabecera.
Mirar con urgencia el escenario de unos 80 choferes, enfermeros, paramédicos… del municipio artemiseño, puede ser punto de partida para después exigirles cuanto deben hacer dentro del sistema de Salud Pública.
En busca de respuesta llegamos a la UAS de Artemisa, ubicada en calle 27, entre 48 y 46, con un colectivo de 18 trabajadores, y 13 emplantillados, entre ellos Nelvis Navarro, responsable de Economía, hace tres meses.
No pudimos conocer el presupuesto de la Unidad de Ambulancias de Artemisa, ni de manera global el del resto de sus centros de costos, donde se incluyen el Hogar de Ancianos, tres policlínicos, clínica estomatológica y Centro de Higiene.
Mas, sí nos explicó que las entidades son las responsables de ejecutar su propio presupuesto. ¿Entonces?
La existencia de al menos una cajita de agua potable; la terminación del falsotecho; los ventiladores u otros equipos de clima hoy inexistentes en el dormitorio para ambos sexos; la reparación de los teléfonos donde reciben el Servicio 104; el avituallamiento y el traslado del almuerzo desde el hospital Ciro Redondo ante la imposibilidad de elaborarlo in situ, son temas a resolver con el uso del presupuesto en la misma central de ambulancias de la localidad, asegura la económica.
Otros problemas muy parecidos -incluso peores- de la propia UAS, nos llevamos en la agenda. Allí no existen las mínimas condiciones para protegerse de la lluvia, resguardar los documentos, ni de seguridad, tampoco de estancia.
Concretar los esfuerzos desde las unidades administrativas del Gobierno y Salud Pública, para mejorar, al menos en lo posible, el funcionamiento de las ambulancias en la provincia, sería lo ideal para rescatar por partida doble ese servicio, que hoy pide auxilio.