Puede que sea Fidel uno de los santos más invocados por estos días inciertos, de constantes desafíos, pues seis años después de su partida física, todavía muchos altares encienden una luz a su memoria.
¿Qué habría hecho el guerrillero viril en las actuales circunstancias de Cuba? ¿Cuál sería la próxima estrategia de quien fuera capaz de dirigir la guerra de Angola a cientos de kilómetros de distancia?
De seguro perdería el sueño, como ya ocurrió inmediatamente después de enero de 1959. Desde entonces auguraba con total certeza: “No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”.
No me extrañaría encontrarlo en los barrios vulnerables, en las comunidades arrasadas por Ian. Tampoco olvido su don de la ubicuidad, que le habría permitido amanecer en Pinar del Río, conversar buena parte del día y hacer las preguntas más insospechadas, para luego en la noche clausurar algún congreso y extender su plática hasta la madrugada, en compañía de un buen tabaco y un buen amigo.
Con unos años menos jugaría béisbol 5 y se proclamaría campeón; hubiera estado entre los asistentes al VIII Encuentro Internacional de Agroecología, Soberanía Alimentaria, Educación Nutricional y Cooperativismo, y hasta se iría a sembrar viandas y hortalizas, sin tantos compuestos químicos; ¿quién lo duda?
Ya el insigne gladiador habría reflexionado sobre el papel del delegado en la sociedad contemporánea, el costo de producir un gigawatt, los conflictos del mundo, la campaña política en Estados Unidos y las deudas de la ciencia con la humanidad.
¿Dónde está Fidel?, indagaba una y otra vez el Presidente de Nicaragua Daniel Ortega, a una multitud reunida frente a la Plaza de la Revolución, en homenaje al hombre, al estadista, al inmortal.
¿Dónde está Fidel?, nos preguntamos también con insistencia. Pero Fidel está aquí, lo tengo adentro, lo llevas tú. Fidel es la muchedumbre y la individualidad, un canto de esperanza entre la niebla, el juramento y la brújula cuando se extravía el rumbo, un puerto seguro en medio de la tempestad.
Fidel es el aliento de los inconformes, la inquietud de los soñadores, el gurú de los tiempos modernos, la garantía del futuro mejor. El sendero y la meta, la grandeza, la humildad; de la historia, la semilla…, la frustración de nunca haber aprendido a escribir bonito para cronicar a un fuera de serie de talla universal.