Bastan dos puntos en el dial para enamorar a su audiencia desde el amanecer. Un pueblo se levanta y en el éter ya se escucha su gente, tan auténtica y contemporánea como sus 51 años al aire de manera ininterrumpida.
Radio Ariguanabo es la voz de Silvio Rodríguez, sencillo y entre cuerdas; el susurrar de un río o las memorias que esconden las paredes en la Taberna del Tío Cabrera. Es un cúmulo de riquezas y espiritualidad erigidas en la literatura, las artes plásticas, los molinos, las almendras y el humor. Es sus avenidas, parques, sus nombres, las ceibas y un bosque.
Quienes un día llegamos por donde hay un río, encontramos en cabinas, frente a cristales y micrófonos, una experiencia cercana e incomparable. Ella nos abrió las puertas a la creatividad convertida más tarde en ondas. Es capaz de entrar a los hogares con el pretexto de fungir una complicidad que trasciende las horas, los días, y nuestros intereses.
Nació de intrépidos y la hacen soñadores. Trae consigo caprichos, apuros, desvelos y sonrisas. Mantiene el exquisito propósito de fomentar la cultura, asentar la polémica y atrapar con su magia. Consigue arropar las añoranzas con su voz siempre cálida y perenne.
Radio Ariguanabo es escuela y trinchera de radialistas. Fue el primer lugar o la última vez. Defiende los afectos hacia sus pobladores, quienes la han hecho grande con la distinción, la sintonía casi obligatoria y el eco que va a nuestro lado desandando cada rincón de esta villa.
Que se mantenga como la de los ariguanabense, la reina que ofrece un punto de encuentro y las melodías de la ciudad, será un reto eterno para sus realizadores. De ellos se dice poco porque son inmensamente apasionados en cada proyecto, o celosos veladores de aquella idea aún viva a la que no renuncian.
Radio Ariguanabo es un pedazo de cada familia, un Sol en la mañana y la última compañía de la noche. Portadora de disímiles lauros, busca a diario cómo ser coqueta y atrevida, elocuente y dinámica… cubana y admirable, como la prefieren sus oyentes.