El ciclón Ian no tuvo piedad con nada. A su paso enardecido y destructor, todo lo hallado a su paso pareció poco rival. Fue como un nockaut fulminante que arrasó viviendas, sembrados, postes y cables del tendido eléctrico y telefónico, árboles de todo tipo…
Sin embargo, creo que mucho se pudo hacer en aquellos lugares donde los postes y cables caídos no fueron víctimas directa de su rabia, sino de los árboles que se derrumbaron sobre ellos y terminaron, en no pocos casos, no solo por partir de cuajo la cablería, sino por sacar de raíz el poste que los sostenía, o derrumbarse sobre la cubierta de alguna morada, provocando los tristes daños que todos conocemos.
En la avenida 47, muy cerca de mi casa, a un costado de la escuela primaria Mártires de Goicuría, uno de estos árboles hizo de las suyas y su caída trajo como consecuencia que, además del estrago en los cables cercanos a este – con la consecuencia de un largo apagón en las casas vecinas cuando ya casi todo Caimito contaba con fluido eléctrico-, la calle quedara bloqueada durante varios días.
Recordaba uno de los vecinos afectados que, durante mucho tiempo, Roberto el de Etecsa, como bien lo conocía y querían los pobladores del municipio, se encargó, machete en mano, de recortar el peligro de este árbol cuando algún ciclón amenazaba con pasar por el entorno.Roberto, desgraciadamente, ya falleció, pero la estruendosa caída del árbol y sus tristes consecuencias nos lo trajo de vuelta a la memoria.
Este ejemplo del árbol de la 47 es apenas un botón de muestra, pues deben haber ocurrido miles de casos como este en la parte de Occidente, donde Ian devastó a sus anchas, algo que pudo aliviarse de haber tenido la poda anticipada como medio de protección.
Y cuando digo podar, no digo talar por talar, armarse de una hacha irresponsable y alegre y ponerla a desguazar un árbol o decenas de ellos, como tantas veces sucede y se denuncia aquí o allá, con toda razón y derecho.
No. Hablo de prevenir. Hablo de pensar en qué consecuencias tendrán lugar si este árbol o el otro caen al paso de un huracán, cuáles de ellos podrían dañar o destruir cualquiera de las obras que ha creado el hombre con mucho sudor. Hablo de no ponérsela fácil a ningún huracán. Si va a destruir sin clemencia, que no encuentre en nosotros al más mínimo colaborador.
Andamos ya en octubre y nos queda noviembre. Dos meses tentadores para el nacimiento de algún ciclón. Ahora mismo, frente a la casa de mis vecinos, se empina un roble blanco que es todo un Polifemo vegetal. Un Polifemo que, en caso de venirse abajo por uno de estos temporales feroces, no tendrá piedad con la vivienda de ellos ni con las cercanas.
¨Es mejor precaver que tener que lamentar¨, era una frase que escuché miles de veces en mi infancia y adultez. Seguramente la escucharon otros, también en infinidad de ocasiones. Es vieja la frase, sí, en verdad, tal vez haya nacido siglos atrás. Pero conserva una vigencia absoluta. En materia de ciclones, también muchas cosas se pueden prevenir.