Si mal no recuerdo, fue el filósofo español Fernando Savater quien aseguró: “de lo que no se habla no existe”, una afirmación que pudiera ser muy discutible, pero que, en ningún caso, cuadra con la figura de Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí), un poeta hermosamente vigente que sigue dando luz y a quien conmemoramos sus primeros 100 años.
Recientemente, en el espacio de promoción cultural A viva voz, conducido por el periodista Fernando Rodríguez Sosa en el Álbum Kafé de Artemisa, evento copatrocinado por la Egrem y la Uneac en la provincia, tuvimos la suerte de ahondar en la vida y la obra del autor de Entre y perdone usted, a quien, de manera incompleta, se le ha visto únicamente como un poeta de esencia y lira campesinas.
No es verdad. Naborí abarca un abanico mucho más ancho con su pluma. Y si bien es cierto que es referente y maestro de repentistas de toda Cuba, algunos de ellos de formación y verso silvestre, también es un creador influenciado por los más grandes poetas del Siglo de Oro español como Góngora, Lope y Quevedo, y capaz de brillar con luz propia en una vertiente como la poesía erótica y el verso libre.
La historia de Naborí está hondamente ligada con la de nuestra provincia, especialmente con San Antonio de los Baños, donde en 1955 tuvo lugar, en el Círculo de Artesanos, la primera parte de lo que se ha dado en llamar, con sello firme, La Controversia del Siglo, donde tuvo como contrincante a otro monstruo de la espinela: el ariguanabense Angelito Valiente.
Mientras en fecha reciente se desarrollaba en la capital cubana el Primer Congreso de la Décima y el Verso Improvisado, la figura de Naborí adquiría una fuerza verdaderamente telúrica, en compañía simbólica de algunos poetas, también en su centenario, como Carilda Oliver y Adolfo Martí Fuentes,artículados en una sola voz en torno a la escritura de la décima.
Por suerte, lo que una vez temió el poeta quivicanero ya desaparecido, Fermín Carlos Díaz, en cuanto a que la décima perdía pasión y espacio aceleradamente, ha quedado congelado ante el embate de la espinela en los más diferentes espacios culturales.
Tómese el sencillo ejemplo de una gustada serie televisiva como Calendario, donde un adolescente negro, de origen muy humilde y desfavorecido, marca la diferencia respecto a sus compañeros de aula por el hecho de ser un verdadero cañón improvisando lo humano y lo divino.
Cuando le pregunto al poeta e investigador batabanoense Juan Carlos García Guridi, profundo conocedor de la historia de la poesía cubana, acerca del autor de Con tus ojos míos y lo que ha representado su centenario, este me responde: “Naborí legitimó una tradición de poetas repentistas. Tuvo una mayor conciencia escritural, se volcó más a combinar la escritura con la improvisación”.
A Guridi debo el hecho conocer una exquisita y picante anécdota que me contó hace ya algunos años: el novelista Guillermo Cabrera Infante, autor muy talentoso, pero muy ácido, al punto de asegurar que no abriría jamás la primera página de Cien años de soledad ni para leerse el primer párrafo, aseguró que Naborí “no era indio ni poeta”.
La respuesta del Indio fue tan veloz como demoledora: Un tal Infante que objeta/ la tierra donde nació/ ha dicho en inglés que yo/ no soy indio ni poeta./ ¿Y quién es él?, marioneta/ que tras dólar y renombre/ ha mancillado su nombre/ladrando en inglés pedante./ Mas yo digo de ese Infante,/que no es poeta ni es hombre.
Definitivamente, a sus 100 años, Naborí sigue siendo un poeta que nos acompaña, estremece y alumbra. Para suerte de la cultura cubana, de sus versos sí se habla largo y tendido. Está “condenado” a seguir con nosotros por los siglos de los siglos.