El viento batió sin piedad, pero solo cayeron cientos de ramas. Ningún árbol del Bosque Martiano del Ariguanabo pudo ser arrancado de raíz, lo cual afianzó el carácter simbólico de la obra que Rafael Rodríguez Ortíz (Felo) y miles de amantes de la naturaleza y el Apóstol han defendido largamente a base de un amor incondicional.
Cuenta Felo que las 57 palmas reales del Bosque, de cerca de 20 metros cada una, dejaron caer al paso de Ian más de 100 pencas; pero a todas les dio vida útil, pues las picó y convirtió en colchón vegetal del sitio, después organizaron la palizada, gracias a la ayuda de un amigo incondicional, Orlando Orero, quien puso en acción una motosierra, mientras que una cooperativa, finalmente, se llevó una carreta completa de palos cortados, aunque todavía queda pendiente cargar otra.
Las matas de yagruma desparramaron sobre la tierra del Bosque más de 2 000 hojas, al punto de ponerla blanca con semejante avalancha; pero otros amigos, los de la cooperativa Lázaro Peña, los dos empleados, José Zamora Valdés y Emanuel Núñez Calero, y sus nietos Ernesto Rodríguez y Dariel Uranga, echaron rodilla en tierra y el bosque pudo recobrar su lozanía habitual en muy breve tiempo.
Felo, quien se define como “un humilde y sincero admirador de la obra martiana”, relató que trabaja en el bosque de lunes a domingo y que, si bien un infarto muy violento en 2009 lo llevó a jubilarse por un rato y a preocupar seriamente a su familia, lo cierto es que tal jubilación en verdad no ha sido real, porque su corazón está definitivamente sembrado en este símbolo del Ariguanabo, donde nunca ha sido preciso colocar guardianes de ningún tipo, pues el propio pueblo lo ha protegido siempre.
Y si de símbolos se trata, habría que mencionar que dos de ellos, representativos de San Antonio de los Baños: la palma y la ceiba, plantados por Felo en las vías que conducen a Guira de Melena, Alquízar, La Habana y Vereda Nueva, también resultaron imbatibles para el ciclón Ian.
Cuando conversé con Felo me contó que el Bosque Martiano ya estaba completamente listo para conmemorar los hechos del 10 de Octubre de 1868 y el centenario de la radio cubana, y que había concretado la construcción de un Monumento al Árbol, el primero de su tipo en Cuba, fiesta a la que concurrieron decenas de pioneros, maestros, padres, abuelos….
El Bosque Martiano del Ariguanabo, donde se empinan todas las especies que nombra Martí en su Diario de Campaña, hizo gala, sin dudas, de su estirpe. Pudo más su callada poesía que la fuerza bruta de la naturaleza.
“Mi árbol, sencillez que se enraiza y nace en tronco pujante, hojas verdes, disímiles especies, todas las admiro. Mi árbol, útil y erecto, hijo amado de la naturaleza, yo siempre vivo hablando de ti. Yo quiero morir a tu lado”, escribió con su alma Felo, y esta pasión no habrá de fallarle nunca.