La actual situación energética ha instalado en nuestra cotidianidad los apagones, de ahí que cocinar para muchos representa una odisea. En gran parte de los hogares, la cocción de alimentos se realiza con electricidad. Al fallar el fluido, el gas pasa a ser un recurso imprescindible.
Adquirirlo, según pudimos corroborar, es un problema que enfrentan a diario los artemiseños. Desabastecimiento, colas, revendedores, coleros, y mercado negro, son algunos de los asuntos más reiterados en esta investigación.
Desde las redes, primeros olores
“En Bauta solo existe el punto de gas por contrato; corresponde cada seis meses y es recurrente el trabajo para obtenerlo por problemas con la distribución”, explica desde Telegram la usuaria Vania.
La situación no parece diferente en Bahía Honda, Alquízar, Guanajay, San Cristóbal y Candelaria, donde gran número de inquietudes versaban sobre la imposibilidad de abrir nuevos contratos y la presencia de un mercado informal donde ya ronda los 1 000 pesos el llenado de la balita”.
A estos se suman otros criterios que apuntan a la insuficiente cantidad de gas recibido por la vía legal (apenas dos balitas al año) y lo difícil que resulta adquirirlo sobre todo para las personas trabajadoras que casi obligatoriamente deben valerse de un mensajero. Incluso hubo usuarios que aseguraron haber recibido balitas “sin sellar”.

En busca de respuestas
“La provincia tiene aproximadamente 77 000 clientes, entre normandos y liberados, distribuidos en 28 puntos de venta. La comercialización liberada existe solo en cuatro municipios: San Antonio de los Baños, Mariel, Caimito y Artemisa, y solamente en el casco urbano de estos”, asevera Luisa Rizo Gil, jefa del área comercial provincial del Gas Licuado del petróleo.
“Se mantiene para los clientes liberados la venta cada diez o 15 días, mientras que para el normado corresponden dos al año; en los consejos populares es por ciclo. Además, tenemos clientes estatales como Educación, Salud Pública y otros sectores.
“Dada la disponibilidad no existe ahora mismo a nivel de país otra variante, ni estamos en condiciones de abrir nuevos puntos, ni contratos.
“La provincia es abastecida por la Empresa ubicada en Guanabacoa, que brinda el servicio, además, a Mayabeque y La Habana. En algunos momentos hemos vivido situaciones de desabastecimiento por la lejanía y las dificultades para la transportación pero ahora la provisión se comporta estable”.

Con respecto al sellado, aclaró que la mayoría de los aseguramientos provienen del extranjero y muchos se han encarecido, lo que dificulta su compra”.
Dijo conocer las deficiencias señaladas y reconoció la existencia de un mercado negro que por desgracia cuenta con la aprobación de quienes se benefician. “Las personas lo compran y prefieren callar antes de denunciar, concluyó Rizo Gil.
Artemisa y Caimito: liberado entre trabas
De los tres puntos de venta en el municipio cabecera, el de mayor alcance resulta el 61 303, ubicado en una de las arterias de mayor tráfico. Posee cerca de 17 000 contratos y abarca una extensa área urbana y rural, de ahí la aglomeración diaria de clientes y mensajeros.
Gabriel Rodríguez Peña, uno de los 150 mensajeros que concurren al lugar, asegura que constituyen una ayuda para ancianos y trabajadores”. “Nuestro salario depende de que podamos comprar, como mínimo, 32 balitas al mes. El resto lo aportamos al presupuesto del Estado. Si no las adquiero, ¿cómo pago?”.

Pese a la multitud, sobre todo de mensajeros frente al establecimiento, estos deben hacer la misma cola que el resto de las personas, pues no hay una taquilla para anotar y despacharles de manera independiente.
Varios entregaron su patente a la ONAT en algún momento, a causa de la proliferación de acaparadores ilegales, que venían todos los días y con prioridad.
En aras de organizar y contener las indisciplinas, el Gobierno Municipal designó para cuidar la puerta a Marisleydis Torres Conte, quien además se desempeña en la distribución del gas a domicilio. De acuerdo con su experiencia, “hemos eliminado a muchos de los que compraban a diario para revender, aunque todavía persisten.
Al dialogar con Juan Carlos Ramírez Morales, el administrador, comprobamos que la falta de personal calificado impide que pueda independizarse la venta.
También asegura que a diario la empresa precisa al puesto de mando de la Administración Municipal el número de cilindros; sin embargo, estas reporteras abogamos por transparentar el proceso y comunicar, al inicio de cada jornada, la cantidad a despachar, lo cual evitaría permanencias innecesarias a quienes pasan la madrugada o sacrifican su tiempo.
Teniendo en cuenta la amplia demanda de gas de habitantes de otros poblados artemiseños concentrados en este lugar, “se decidió construir otros tres puntos en los asentamientos Cayajabos, Ciudad Industrial y Lincoln con el propósito de acercar, al menos una vez al mes, el servicio a la población, lo cual descongestionará los que tenemos”, expone Josbani Mieres Guanche, jefe de grupo de gas licuado en el municipio.
Al momento de nuestra visita no había gas en el punto de venta 60 602 de Caimito, pero sí personas marcando. “Acá la cola es dirigida por los coleros, mensajeros y revendedores. Ellos compran y los necesitados no pueden adquirir el producto: son las mismas caras todos los días. En mi casa dormimos en el lugar por lo menos dos noches”, declara Dalia Rodríguez.
“Los coleros, en ocasiones personas desempleadas, vigilan a la policía en el horario nocturno para poder marcar y nosotros no podemos controlar el problema”, comentó José Arturo Espinosa, técnico distribuidor.
“En agosto mayormente el servicio se ha mantenido estable, aunque la demanda sigue siendo superior a la oferta. Las balitas entran varias veces a la semana y por eso está tranquilo”.
Por el momento la mayoría de las inquietudes no tienen solución a corto plazo. Adquirir este producto de primera necesidad continúa entre los asuntos pendientes, lo cual ha generado una cadena de insatisfacciones.
Urgen las alternativas y el incremento del control del “escape”, que tiene un olor demasiado desagradable y viciado.
Y es que nadie puede lavarse las manos ante un escenario tan complejo, donde la escasez hace sus estragos y se conocen muchos de los mecanismos que alimentan la reventa de las balitas. Es una responsabilidad concentrar el gas, de manera que no se evapore hacia el bolsillo equivocado.
Por YAILÍN ALICIA CHACÓN GUZMÁN y MARÍA
CARIDAD GUINDO GUTIÉRREZ