El Festival Artemisa Mestiza es, en sus esencias, un encuentro ineludible con el pasado. Así lo manifestaron especialistas del museo Manuel Isidro Méndez de la ciudad cabecera, durante un recorrido que, por tres días consecutivos, tuvo sus paradas en esa instalación, en el Mausoleo a los Mártires de Artemisa y en las ruinas del antiguo cafetal Angerona.

Al Fidel de los amigos, que incontables veces premiaron su solidaridad y valentía con recuerdos, regalos y muestras de gratitud, se acercaron los presentes a través de una exposición itinerante.
Luego conocieron de su vinculación con revolucionarios artemiseños, y los sentimientos que surgen desde la tierra en el camposanto insigne de la provincia, donde descansa la historia del Movimiento 26 de julio, en el barrio La Matilde.
Angerona, Monumento Nacional, fue el mayor atractivo para los visitantes. Las ruinas casi devoradas por el tiempo todavía sorprenden por su misticismo, el que pone ante sus ojos un sitio considerado el segundo cafetal más importante de Cuba en el siglo XIX.
Hasta allí también llegaron reconocidas agrupaciones del territorio, con sus cantos, tambores y rituales. Obannike, 1802 y Magino Arará hicieron vibrar con su fuerza la espiritualidad de un lugar singular, donde el amor fue distintivo entre amo y esclavos, y surgieron nobles causas a golpe de sudor.
Ante los presentes, Reinier Rodríguez, director de la Casa de la Música de Artemisa, manifestó la voluntad de mantener un espacio para el folklore y la cultura en áreas del cafetal. Lograrlo será una deuda saldada con la historia, y una hermosa retribución en un ambiente inigualable que, con este festival, lo puso a su altura, como merece.