Visitar el hogar de Omar Cruz León permite conocer a una familia humilde y amante de los deportes. Liuba, la mamá del subcampeón mundial juvenil de judo en la lid organizada por Ecuador, no solo es su anfitriona, sino un orgullo para este ariguanabense. Ella también fue judoca y lo guio en sus primeros pasos sobre el tatami.
“Desde los seis años, me llevaba al área de judo que está en la esquina de la casa. Allí mi primera entrenadora, Dianelin Fara, me enseñó las técnicas y me dio la confianza para crecer como judoca. Eso lo agradezco eternamente”.
Ya en 2020, el fornido joven llega a la selección nacional en la división de más de 100 kilogramos. Era un sueño hecho realidad. “Integrar el equipo Cuba fue algo muy grande. Sentí que había cumplido el compromiso con mi mamá y con mi entrenadora. Después vendrían los resultados, gracias a la disciplina, constancia y rigor en mi trabajo”.
Sencillo, esbelto, de pocas palabras, pero siempre con una sonrisa para quien le saluda o visita, Omar se consagró en lo más alto del podio de los Juegos Panamericanos Junior de Cali-Valle 2021, luego en los del Caribe de Guadalupe, en 2022, y recientemente conquistó la presea de plata en el Mundial Juvenil de Guayaquil, Ecuador.
Un rinconcito de la sala comienza a llenarse de medallas y trofeos. “Competir en representación de Cuba es un gran orgullo. Saber que todas las miradas de un país están puestas en tu pelea, te compromete a no fallar; por suerte, en los tres eventos internacionales en los que competí, subí al podio de premiaciones.
“Este mundial fue una experiencia muy bonita, mi primera ocasión en un gran evento. Nunca la olvidaré. Llegué a la final tras ganar cada combate por ippon.
“Como era el único representante de América aún en competencia, todos fueron a darme apoyo. Gritaban ‘¡Cuba, Cuba, Cuba!’, y vitoreaban mi nombre. Me emocioné mucho y di lo mejor de mí. Era como si estuviera en el estadio Latinoamericano en un juego de pelota, con las bases llenas para decidir.
“Mi rival, el japonés Yuta Nakamura, es muy talentoso, rápido y técnico, no tan fuerte, pero su nivel de Kumi es digno de resaltar; no por gusto se proclamó subcampeón del Gran Premio de Judo de Portugal este año. Le hice resistencia hasta el final del combate, y ya en la regla de oro me sorprendió con ippon. Le aseguro, periodista, si nos volvemos a enfrentar, entonces el ganador seré yo”.
A Omar le gusta la comida criolla y ni siquiera se limita. Como es peso completo, no tiene que hacer dietas, dice. También le atraen el baile, la televisión, compartir los quehaceres del hogar con su mamá y apoyar al hermano menor en las tareas de la escuela. En cuanto a relaciones amorosas prefiere no apresurarse; según él, eso ocupa mucho espacio y ahora su prioridad radica en el deporte.
El suyo es “el sueño de todo deportista. Me estoy preparando bien para tocar la gloria olímpica y traer una medalla a mi madre y mi hermano. Solo eso me falta para ser completamente feliz con el judo”.