Con el verano también llegó el dengue, y tan maldita es la suerte que, tras un largo período en cuarentena, disfrutar de esta época del año para algunos —los desdichados tras la picada del mosquito— se vuelve un letargo el deseo de derrochar la energía que acumulamos en casa.
Las estadísticas muestran un alza de pacientes infectados debido a la presencia del Aedes aegypti en toda Cuba. En Artemisa no nos quedamos atrás. Otra vez hablamos de “positivos, pruebas, medicamentos, reposo y aislamiento”. Se vuelve un juego monótono de palabras del que nos preguntamos si terminará.
La escasa entrada de combustible al país afecta, entre otros, uno de los procesos más efectivos en el enfrentamiento al mosquito: la fumigación. Si antes nos resultaba molesta, hoy pedimos a gritos que toquen a la puerta y llenen de salud nuestras viviendas.
Cierto, Cuba no puede, aun para el servicio eléctrico o el transporte público. Pero ¿dónde queda nuestra capacidad para hallar soluciones y actuar a tiempo? No creo que la hayamos perdido; cuando más difícil se tornó la situación con la COVID-19, todos —unidos— encontramos salidas.
Días atrás Periódico Artemisa preguntó en sus redes sociales a los lectores sus experiencias sobre el dengue cercano, ese que se percibe en centros laborales, barrios o la propia familia. Opiniones sobraron, literalmente.
“Muchos factores inciden en el aumento del dengue. En Bauta podemos apreciar las calles llenas de basura; no sé cada qué tiempo la recogen. La campaña de fumigación resolvería muy poco, pues destruye al mosquito adulto, pero las larvas siguen vivas”, escribió Roxi, quien se identifica como estudiante de quinto año de Medicina. Además, se interesó en la distribución de reactivos en los laboratorios de la provincia, y por qué no se hace de forma equitativa.
Mientras, Ana María Collazo nos deja saber que, ante la poca fuerza humana en el sector de Comunales, los vecinos de su área han destinado recursos y voluntad para limpiar un supiadero cercano a su casa; sin embargo, otros se desentienden. También en Pueblo Textil, Silvia Sánchez González cuenta 18 meses sin recoger el supiadero… y cuatro sin que el personal de higiene inspeccione sus hogares.
Si analizamos detenidamente lo que nos informan a través del canal en Telegram de nuestro semanario, todas las palabras conducen a un problema común: el dengue.
¿Acaso se necesita fumigación para resolver tales problemas? Ojalá la respuesta no sea que no hay petróleo para ir a esos lugares o para que el camión limpie la fosa.
El verdadero combustible que urge “quemar” es el de la voluntad y el sentido común. Todos recordamos a quienes trabajaron de forma desinteresada en el enfrentamiento al coronavirus, las pocas horas de sueño, las visitas a hogares, la preocupación, los mensajeros… la solidaridad.
Entonces, ¿por qué no poner en práctica esas vivencias, como corresponde, ajustadas a la realidad y mediante el trabajo multifactorial?
Mientras unos recogen sus patios, otros favorecen la reproducción del mosquito. Es justo cuando chocamos con “faltas” que favorecen la permanencia de la enfermedad o las motivaciones para enfrentarlas.
Así como invitamos a los jóvenes a campamentos de verano o propiciamos actividades en barrios y centros productivos, también podemos convocarlos a detectar casos febriles o con signos de alarma en la comunidad. Dudo que su respuesta sea negativa, pues entre todos debemos cerrarle filas al peculiar insecto, y la juventud siempre va al frente.
Pongamos una vez más a prueba el deseo de resolver en conjunto lo que nos abruma. Hablamos de la vida de personas en un momento complejo.
Que movilicemos a los solidarios para encuestar, identificar casos y ayudar a los operarios o el personal de Salud en el focal; que la recogida de desechos sólidos sea regular y cada cual haga su parte, serán el combustible suficiente, si queremos encender la responsabilidad que está faltando.
Qué pena. Siempre quedan personas como Ud. Las utopías son eso. Sueños no realidad. Qué pena¡¡¡