Precisamente, después del agua, la segunda bebida más consumida a nivel mundial es el café. Quizás su propiedad más conocida es la de provocar el sistema nervioso: por su alto contenido en cafeína, las preparaciones como infusión con la semilla se usan para mantenerse despierto, en estado de alerta o concentración. Impide la somnolencia, estimula la mente y desarrolla la energía del cuerpo.
Estudios demuestran que el consumo de café disminuye el riesgo de desarrollar enfermedades como la diabetes tipo 2, Alzheimer o Parkinson.
Ayuda a quemar grasas y es un aliado en la dieta, al aportar energía, vitaminas, minerales y antioxidantes. A su vez evita el desarrollo de algunos tipos de cáncer como el de hígado y el colorrectal.
También actúa como estimulante digestivo, su sabor amargo le permite incitar al estómago y al hígado. Una pequeña taza de café suele ser útil para problemas de indigestión.
La textura granulada del café molido lo hace ideal para masajes faciales y corporales. Exfoliar el rostro con café elimina las células muertas, que restan luminosidad a la piel. Rejuvenece y posee efectos desintoxicantes y diuréticos, así como ayuda a la circulación.
Menos conocidas son las propiedades de las hojas, que pueden aplicarse sobre heridas para cicatrizar… o como colirio para infección de los ojos.
Por Dairis Brito y Yailín Alicia Chacón