El tiempo apremia y al ajetreo diario característico de una Central Termoeléctrica (CTE) se suma el imperativo de encontrar cuanto antes las soluciones demandadas ante cada situación. En ello va el compromiso y la entrega de los trabajadores de la Máximo Gómez Báez, de Mariel.
La dinámica es constante y cada minuto cuenta, máxime en esta etapa, cuando el país enfrenta una contingencia energética y las afectaciones al servicio eléctrico inciden frecuentemente en cada hogar.
En medio de las adversidades, crecerse es la única alternativa posible para este colectivo, que no repara en cuanto sea preciso para cumplir con su razón de ser.
Hasta encontrar la solución
Hace más de tres décadas Adelkis Balsinde Laza trabaja en esa entidad, donde inició su vida laboral. Junto a una brigada del taller de Maquinado —al frente de ella durante los últimos 15 años—, lo hallamos inmerso en la solución de un problema en el arranque de una unidad.
Desde las 12:00 de la noche estaban enfrascados en esa tarea que debían concluir en la tarde. “Trabajamos contra averías. Ante cualquier situación, de inmediato se moviliza un equipo y se ejecutan las acciones correspondientes, de manera ininterrumpida hasta cumplir la encomienda”.
Redoblan esfuerzos debido al déficit de determinadas piezas, “a fin de mantener los parámetros de explotación de los bloques, para lo cual ha resultado esencial el aporte de los innovadores”, añade.
Cada cometido puede tornarse complejo, pero no cejan en el empeño. Bien lo saben los 16 trabajadores que integran la brigada de limpieza de convertido de caldera –conocida como la brigada de baqueteo-, labor que realizan más allá de sus funciones habituales.
“Cuando hay averías o mantenimiento, desarrollamos estas acciones para incrementar la carga del bloque. Trabajamos incluso sábados y domingos, día y noche, 16 horas o más, de acuerdo con la necesidad”, manifiesta Guillermo Roque Rodríguez, quien lidera la tarea.
“Conformamos cuatro grupos y entramos a la caldera unos 20 minutos cada uno, pues las altas temperaturas no permiten permanecer más tiempo. Es de los trabajos más difíciles en la planta, incluso hemos apoyado en dos ocasiones a la Antonio Guiteras, de Matanzas”.
Fortaleza con nombre de mujer
Pero en la termo no solo los hombres “llevan el peso”. Entre las 182 mujeres de este colectivo compuesto por casi 800 trabajadores, está la ingeniera química Yuselkys Cordero Zamora, jefa del grupo de inversiones, también de las que pasa numerosas horas apegada a este sitio.

De los tiempos más difíciles que han atravesado hace alusión a “la etapa crítica de enfrentamiento a la COVID-19. Fue muy dura. Estábamos inmersos en la ejecución de Mariel 6, y teníamos limitaciones con el personal: hubo un momento en que el equipo extranjero no podía entrar al país y la asistencia técnica era por vía remota”.
Encima, “había restricciones de movimiento entre provincias, e incidieron igualmente la escasez de insumos, de importaciones… La situación era muy tensa”.
Actualmente les hace mella “el financiamiento de las importaciones: en Mariel 6 tenemos artículos con contratos firmados en espera de este. Y el bloqueo lo hace mucho más complejo; obliga a comprarlo todo en Europa, lo que encarece y retarda los tiempos de entrega”.
A sus 24 años, la también ingeniera química Ana Laura Acosta Betancourt afianza su andar en este centro, iniciado en enero de 2021. Desde el taller de Explotación, emprende el período de adiestramiento. “Me encargo de la defectación de los equipos de turbina y caldera, así como del control diario de sus parámetros, en función de los cuales se toman decisiones constantemente.

“Es una tarea a la que solían dedicarse los hombres, pero ya algunas mujeres hemos desempeñado este rol, y no tenemos limitante alguna.
“Cuando se realizan mantenimientos, nos buscan en nuestros hogares a la hora y el día que sea preciso. Se tiene en cuenta cuán cerca vivas de la entidad, pero no ponemos objeción en contribuir”.
Nuestro hogar
Sin dudas, más tiempo transcurre en la planta que en su propio hogar, confiesa José Ramón Millán Rodríguez, director de la UEB de Producción. Y no pocos viven una realidad similar.
Treinta años ha consagrado a la termoeléctrica. “Mi esposa maneja a la perfección los términos que empleamos, pues ha sido testigo tantas veces de cada llamada, que hasta ha aprendido”, comenta Millán.
“Nuestro trabajo entraña sacrificio y sentido de pertenencia, sobre todo en estos tiempos. Implica gran responsabilidad por la importancia de la generación eléctrica”.
Entre los elementos que los han golpeado señala el éxodo del personal, por ejemplo, hacia la Zona Especial de Desarrollo. “Eso nos sobrecarga, pues algunos debemos trabajar en varias tareas con tal de cumplir cada objetivo. Para revertir la situación, le prestamos especial interés a la atención al hombre”.
Insiste en que un especialista no se forma de un día para otro. “Hay oficios comunes en determinados centros, pero la actividad de los operadores es muy específica, como mínimo requieren dos años de preparación; muchas veces deben tomar decisiones en el momento y estar preparados.
“En este vínculo entre experiencia y juventud, evidente en la operativa, la capacitación es clave a fin de adquirir los conocimientos necesarios para explotar las unidades con la confiabilidad requerida”.
Disímiles tareas emprenden constantemente en la planta marieleña, al igual que en el resto de las termoeléctricas, donde sus trabajadores laboran sin descanso y sortean dificultades, conscientes de cuán necesario resulta su quehacer ante las preocupaciones de cada familia afectada por el déficit de generación.