Siempre estuvieron y han estado para mí, para todos en casa, como una bendición marcada por un cariño a prueba de los más diversos sortilegios.
Pipo fue el padre que necesité a todo momento, el de tiempo completo, y aunque ya no se encuentra a nuestro lado, su recuerdo es un cálido abrazo a la memoria, y en sus historias descubrimos nuevamente la afable compañía.
A sus 92, mima es la más consentida, la que busca en otros brazos el sostén seguro para guiar sus pasos. El indetenible calendario la ha despojado de las fuerzas de antaño, sin embargo, no deja de estar al tanto de cuanto concierne a la familia y, como de costumbre, se preocupa sobremanera si nos sucede algo. En su regazo vuelvo a ser la pequeña que hace más de tres décadas encuentra en su mirada.
Cuántas vivencias más o menos cercanas, felices, divergentes… hemos compartido con nuestros abuelos, esos seres mágicos que tanto ofrecen sin esperar nada a cambio. No obstante, llega el momento en que retribuir –por decirlo de alguna manera- los cuidados de otrora es más que necesario, pero, ¿siempre sucede así? ¿es esta la única disyuntiva ante la cual se encuentran? ¿con cuántas circunstancias podemos coincidir?
Justo cuando celebramos el Día de los Abuelos, es oportuno reflexionar sobre su bienestar. Es, además, un momento para reivindicar a una de las figuras más transcendentales de la familia, de llamar la atención sobre la discriminación a la cual pueden verse sujetos, los estereotipos respecto a la tercera edad, la necesidad de participación en espacios sociales, entre otros temas de interés.
Y es que, como mismo existe un día dedicado a agasajar a las madres, los padres, los niños, por qué no destinar uno a quienes emanan dulzura por doquier, conocen de sacrificios y muchas veces hacen también de mamá y papá.
La jornada se celebra en algunos países, con diferencias en la denominación, el motivo y la fecha. El 26 de julio, por ejemplo, fue el día escogido en Cuba y otras naciones como Argentina, Brasil, España, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Portugal, Venezuela, República Dominicana… Se afirma que su origen se debe a la conmemoración de los llamados «patronos de los abuelos»: Santa Ana y San Joaquín.
Aunque la designación no es tan conocida ni consta del arraigo popular de otras, vale la pena dedicar este día y otros tantos a abordar aspectos relativos a los adultos mayores, un tema sensible a todos.
Reconocer la contribución social y el apoyo que muchas personas de este grupo etario han realizado o realizan en el día a día de nuestras familias, apostar por la cooperación entre generaciones y promover la sociedad inclusiva y diversa que construimos paso a paso, ha de ser menester constante.
Los abuelos dan lo mejor de sí y requieren de todas las atenciones que podamos darles. Si bien, precisan de su espacio, del respeto a sus costumbres, también necesitan de nuestra compañía, y no hablo de estar sentados a su lado mientras atendemos otro asunto, me refiero a la cercanía más completa, en la que median palabras, gestos, risas y cuanto vínculo sea posible crear.
Entre los aportes más valiosos que tiene el proyecto del Código de las Familias está, sin dudas, que reconoce precisamente la relevancia de los abuelos, no solo como sujetos de derecho que ameritan cuidado y protección, sino también como familiares afectivos que merecen mantener una relación adecuada con sus nietos. He ahí otra de sus fortalezas.
Cada día es una nueva oportunidad para abuelos y nietos, aprender a cultivarla juntos no solo es una enseñanza para hoy, también para el mañana.