En una de esas largas conversaciones donde sale a relucir lo humano y lo divino, me contaba el escultor ariguanabense José Delarra que, en muchas ocasiones, al nombrar ciertas obras de arte, olvidamos citar el nombre de su autor.
Sobre todo escultores y arquitectos pagaban ese triste precio, no así los escritores, quienes disfrutaban la dicha de ser nombrados siempre que alguna de sus obras era mencionada en algún medio de comunicación.
No andaba errado el autor del monumento al Che Guevara en la ciudad de Santa Clara, cuando realizaba tales afirmaciones.
Conocemos monumentos y esculturas, los respetamos, sabemos que son un referente histórico, político y cultural. Pero a veces no sabemos lo suficiente acerca del creador o creadores que lo engendraron desde su silenciosa y humilde inteligencia.
Quisiera hoy recordar a uno muy cercano a los artemiseños: Augusto Rivero Mas (1940-2022), quien en 2017 recibiera el Premio Nacional de Arquitectura, luego de una intensa y fecunda trayectoria.
Augusto diseñó para la ciudad cabecera de nuestra provincia uno de sus más reconocidos monumentos: el Mausoleo a los Mártires de Artemisa, conjunto monumental y recinto mortuorio inaugurado en 1977, lleno de sugerencias y simbolismos, y visitado cada año por miles de cubanos y extranjeros.
Fallecido el cercano 4 de junio, Augusto no solo brilló en la imaginación de esta célebre obra, sino también demostró una capacidad fuera de lo común, al destacar en el dominio de los idiomas inglés y francés, del dibujo arquitectónico, arquitectura, canto coral y agrimensura.
Su paso por las tablas lo llevó a intervenir como actor en casi una docena de piezas, entre ellas la memorable Macbeth, de William Shakespeare.
Notables páginas dejó grabadas en la región oriental del país mientras se desempeñaba como trabajador del Ministerio de la Construcción, pues participó en la remodelación, ampliación y edificación de más de 15 comunidades, centros laborales, escuelas… en beneficio de miles de personas, sin olvidar el sinfín de eventos culturales a los que estuvo vinculado o dirigió durante muchos años.
A Jorge Rivas, periodista del semanario Trabajadores, le habló en excelente entrevista sobre esta tarea tan humana. “A las nuevas generaciones de creadores, arquitectos y diseñadores les aconsejaría expresar su época, mediante los materiales, instrumentos, equipamiento y condiciones económicas que tengan a mano en el momento de la creación. (…) No olvidar que a algo bien diseñado no debe faltarle ni sobrarle nada”, le confesó humildemente con vista de iluminado creador.
Aunque dejó sueños pendientes, como planear una iglesia católica y un cementerio contemporáneo, se dio por satisfecho como profesional, por “la suerte de haber desarrollado una prolífera y variada obra”.
Es breve cuanto ahora escribimos sobre este gran hombre, que deja una huella eterna en Artemisa, y a quien, seguramente, cada julio lo conmovía de un modo especialmente intenso. Es breve, apenas unas gotas del intenso mar que fue Augusto Rivero. Pero imprescindible.