Con la COVID-19 llegó la escasez, y con esta la compraventa online cobró notoriedad entre quienes hallaron una vía para adquirir artículos de primera necesidad. Asociados a esa práctica apareció una larga lista de grupos y páginas en Telegram, Facebook y WhatsApp, cuyos anaqueles virtuales exhiben opciones para todos los gustos y bolsillos.
Era normal encontrar allí electrodomésticos, celulares, ropa, calzado, muebles, viviendas… Pero, con el endurecimiento de la crisis económica, apareció la figura del colero-revendedor para adueñarse de estos espacios.
No es extraño adquirir productos altamente demandados por la población, por su difícil acceso, a precios ajustados según el valor del MLC en los mercados informales y justificados en nombre de la “lucha” de todos los días.
Entretanto, una interrogante nos asecha. ¿Cómo es posible que esos productos pululen fuera de las tiendas o mercados estatales concebidos para su comercialización, aun cuando el Estado toma medidas para controlar su venta y distribuirlos equitativamente hacia todos los hogares?
Tras las brechas
Yausber Vega Suárez, gerente comercial de la sucursal Cimex en Artemisa, que es la cadena de mayor peso en los productos de alimentación, avaló la distribución equitativa de estos para la venta en CUP: picadillo, pollo, salchicha, papel sanitario, detergente y aceite.
“Se hace según la disponibilidad del inventario y previa coordinación con los gobiernos locales, encargados desde hace algún tiempo de organizar la repartición de la mercancía, por circunscripción o CDR.
“No obstante, nuestro organismo de regulación y control realiza en una semana más de 70 supervisiones a la red de establecimientos, entre diurnas y nocturnas, para evitar que los trabajadores cometan hechos delictivos.
“Del resultado de estas acciones, en 2021 y durante el año en curso, no registramos sucesos relacionados con acaparamiento. Tampoco se comprobó el vínculo de trabajadores con coleros o revendedores. Sí sancionamos por incumplir el horario y diferencias en el arqueo de caja”. ¿Entonces?
Pese a que la dirección de la cadena de tiendas describa un correcto proceder al distribuir los artículos de primera necesidad; algo sucede, ya sea con la organización de las ventas a nivel de circunscripciones y CDR, o en entidades de Comercio y Gastronomía, entre otras, donde también tienen acceso a estos productos.
Control con descontrol
“Pocas veces uno se entera de lo que entró. Lo peor es la cantidad de productos. Este año no me ha tocado ni aceite ni detergente, ni jabón, ni champú”, comentó Omar Bringas Pérez, vecino de Rancho Grande, en el consejo popular Pueblo Nuevo, Caimito.
Desde Mariel aseguran que, en dependencia de la cadena de tiendas, varían los productos, y la cantidad según la gestión de los delegados y presidentes del CDR.
Yosmel Encinosa Giraldo, residente en Alquízar, afirmó que los artículos de primera necesidad no se reparten de manera correcta. “A este CDR no le tocó la frazada de piso cuando distribuyeron en el pueblo. Y, de comida, lo último fue un paquete de pollo del nudito hace más de un mes.”
La explicación para tanto descontrol es, a entender de este alquizareño, la inexistencia de un registro donde aparezcan los productos repartidos en cada CDR, incluso pudiera ser en las páginas oficiales de cada entidad, considero.
Mientras, otros se aprovechan y desvían el sentido de la mercancía, que más tarde acaba a la venta en los portales del pueblo o bajo la custodia de merolicos en redes sociales, casi siempre muy bien surtidos.
“Boticas” en el espacio virtual
“De todo como en botica” reza una vieja máxima para referirse a la abundancia o variedad. La frase describe lo que ocurre en los grupos de compraventa en redes sociales.
“Antes de la pandemia apenas usaba Revolico y Facebook para vender la mercancía”, comenta Jhonny, administrador de un grupo en WhatsApp, quien pidió ocultar su verdadera identidad para dialogar con el artemiseño.
Él solo comercializa productos importados, aunque asegura apoyar a los revendedores. “Al final les resuelven el problema a muchas personas”.
Llama la atención cómo en el grupo existen reglas para controlar las ofensas entre sus miembros y la publicación de contenidos ajenos a la finalidad de este, no así para cuestionar la procedencia de los productos o los elevados precios, aun cuando esta práctica constituye una actividad no autorizada por las legislaciones vigentes.
Magalys Alfonso Rivera, asidua visitante a grupos y sitios de compraventa, asegura que en el caso de los productos importados bien pudieran controlarse los precios abusivos; lo que sí no es justo es la venta de mercancías sacadas de almacenes y tiendas cubanas.
Miradas al desabastecimiento
Erika Benítez, madre de una niña de poco más de un año, afirma conseguir en estas plataformas artículos imprescindibles de alimento y aseo, además de compotas, yogur, toallitas húmedas y culeros desechables mayormente disponibles en mercados en MLC.
“En las tiendas en CUP no encuentras estas cosas, y lo que distribuyen por circunscripción es insuficiente. Hace unos días pagué el litro de aceite a 550 pesos, como resultado del desabastecimiento. Si estuvieran los productos en las tiendas tradicionales o virtuales, en la moneda que el gobierno nos facilita, el revendedor sale del juego”.
De acuerdo con la entrada de aceite a la provincia, hasta el 7 de febrero se distribuyeron en establecimientos para la venta en CUP unos 25 000 pomos de un litro y más de 24 000 bolsas de 500 ml, comentó Vega Suárez.
“De los productos de alta demanda, escasean todos los de la línea de aseo, así como refrescos, jugos, puré de tomate y otras conservas.
“El pollo es de los más estables. Sucede igual con el detergente y el picadillo. En el primer caso promediamos casi 230 toneladas al mes, y entramos al 70% de las localidades (en ciertos municipios, una cadena tiene más fuerza que la otra).
Para la comercialización en MLC se destina la pechuga y el pollo entero; asimismo, el aceite en tanques de 20 litros, puntualizó el directivo.
“Por tanto, no existe justificación para la venta informal de envases de un litro, asociados a la compraventa de artículos en MLC, otro fenómeno que también enfrentamos. Lo mismo con el paquete de pollo litografiado, cuyo valor oscila entre los 600 y los 1 300 pesos, según el gramaje”.
Unos sí ¿y otros no?
San Antonio de la Baños fue pionero en vincular a las bodegas los productos de Cimex y tiendas Caribe.
“Lo hacemos por vuelta de productos y no por mes”, explicó Yadelki Hernández Morales, presidenta de la Asamblea Municipal. “Si la cantidad de picadillo no cubre la demanda de una unidad con 900 núcleos, lo distribuimos en otra más pequeña, y establecemos una rotación”.
Cada mes actualizan los listados de consumidores. Existe un vínculo muy fuerte entre delegados, redes sociales y la emisora local, para hacer efectiva la divulgación.
Aunque la experiencia ariguanabense no carece de opiniones desfavorables, hay consenso en que la distribución resulta más equitativa, justa y, sobre todo, transparente.
Apuntes, sin un punto final
Pese a las ventajas de las plataformas virtuales habrá que desenmascarar los laberintos oscuros del comercio informal.
Tal vez no declarar la guerra a estos grupos que suplen determinadas demandas frente al desabastecimiento, cuando no todos acceden a tiendas en MLC. Sí controlar el primer eslabón de la cadena, para escribir aquí sobre posibles soluciones.
Se trata de evitar que ciertos pillos lucren con las ofertas del Estado y desangren las billeteras de quienes vivimos presos de esas redes de especulación.
Sí que están mal repartidos los productos, a mi tienda en Cayajabos desde que empezó la pandemia ha venido el champú una sola vez, este año no he visto ni salchichas ni papel sanitario, el pollo y aceite toca cada 3 o 4 meses, porque muchas bodegas compran en esta tienda y algunos barrios son más favorecidos que otros.