El museo Casa II Congreso del Partido Marxista Leninista es un sitio emblemático. Disímiles generaciones de Caimito recorrían sus exposiciones a diario. Hoy la realidad es otra: sus puertas están cerradas al público, las paredes descascaradas, las vitrinas apiladas en una esquina y el techo exhibe sus cabillas al aire, como si quisiera dejar a la vista su esqueleto, su dolor.
La tormenta y el abandono
“En 2020 una tormenta local severa destruyó parte del techo, pero los elementos de la colección no sufrieron daños. Se decidió mover los objetos museables hacia el almacén y retirar la exposición. Cerramos las puertas al público… y luego la pandemia extendió el tiempo de espera”, explica Ivette Bello, su directora.
“Con la reapertura, hemos organizado eventos en el patio, trabajamos online y visitamos escuelas. Aunque hace un año aproximadamente se colocó el techo, no está asegurado y existen otras áreas afectadas.
“La carpintería ha sido tomada por termitas (comején), en las vitrinas, ventanas, puertas… Las averías dañan el techo y la instalación eléctrica. Cuando llueve, la oficina se convierte en una cascada; el agua corre por las paredes. No basta un mantenimiento; es necesaria su reparación y restauración”, enfatiza.
Profundizamos más con Yoanna Curuneaox, directora municipal de Cultura, pues esa entidad ha sido ente activo del proceso de salvaguarda de la preciada vivienda.
“En 2022 está incluida en el plan de inversiones, para darle mantenimiento, aunque sabemos que no es suficiente.
Ya se elaboró un expediente con las necesidades para iniciar la reparación.
“Actualmente se encuentra en patrimonio e inversiones. De ahí pasará a la dirección provincial, un proceso que puede demorar tres meses; si es aprobado, comenzamos el año próximo. Para eso se destinaron 800 000 pesos.
“Durante 2021 solo pudimos realizar la parte hidrosanitaria. El atraso impidió acometer toda la parte técnica planificada, al no entrar el cemento adecuado y el acero”, concluye Curuneaox.
Un pedacito de tiempo detenido

El sitio fue elegido por su ubicación apartada del pueblo. Lo alquilaron con el pretexto de una fiesta universitaria. Sin que el dueño lo sospechara, se reunieron 67 delegados cubanos, entre azucareros, tabaqueros, metalúrgicos, obreros de la industria ligera, representantes de la Internacional Comunista y del Buró del Caribe.
“El visitante podía encontrarse con una parte de la tradición de un país, a través de documentos originales, fotos y objetos pertenecientes a los participantes de aquella época”, asevera Midalys Blanco en el Diccionario Histórico-Cultural de Caimito, investigación inédita de la biblioteca municipal Nena Villegas.
Del 20 al 22 de abril de 1953, “el congreso proyectó su lucha sin cuartel, orientó los combates del campesinado a fin de fortalecer su alianza con la clase obrera, se proyectó a favor del trabajo político entre las tropas, y brindó su atención a la lucha de los desempleados por mejores condiciones de vida, entre otros aspectos de valor”, precisa la investigadora.
“El inmueble tiene un valor histórico excepcional. Es quizás el más importante de nuestro municipio, y de los principales de la provincia”, ratifica Caridad Massón, historiadora municipal.
“Los arreglos realizados han sido insuficientes. Sus trabajadores están expuestos al peligro, dado su estado actual. Caimito y Artemisa no se pueden dar el lujo de perder esta construcción”.
Por donde le entra el agua al coco
“La residencia tiene un extraordinario valor patrimonial. Es la única fuera de La Habana en la que tuvo lugar un acontecimiento de tanta relevancia, relacionado con el primer Partido Comunista de Cuba; constituye un hito en la historia de nuestro país”, ratifica Reveca Figueredo.

“De ahí que insistamos con el gobierno de Caimito en la necesidad de iniciar las acciones reconstructivas. Cada municipio es el máximo responsable de los bienes patrimoniales situados en su jurisdicción.
“Se prevé elaborar un nuevo guion de montaje y nueva museografía, que otorgue a la institución la categoría y el nivel que deben caracterizarla”.
No está declarada como monumento. Pero, si se tiene en cuenta la trayectoria y su relevancia patrimonial, pudiera ser declarada como tal, según expuso Figueredo.
“El momento de la propuesta bien pudiera ser una vez concluida la restauración, cuando ya estén sus puertas abiertas al público. Hemos valorado con el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural la posibilidad de que se convierta en el museo del PCC”.
El final debe ser feliz, uno en que podamos ver la casa en su esplendor, y sus árboles vuelvan a cobijar a niños y adultos para descubrir un fragmento de la lucha del pueblo cubano. Confiemos que en 2023 la historia deje de caerse a pedazos.
