Hay padres buenos y malos. Ausentes y presentes. Padres biológicos o de crianza. También dice un viejo refrán que padre “es cualquiera”. Pero hay quienes son padre y madre a tiempo completo. Esos merecen otro calificativo.
La historia de Eduardo Moreno Chinea me atrapó por inusual. Nunca pensé que detrás de ese hombre flacucho y todo terreno existiera una historia tan conmovedora.
Asumir enteramente la educación de Dairilys es el reto más grande que ha enfrentado…y el más placentero.“Cuando Victoria quedó embarazada, ella tenía 16 años y yo unos 19 o 20. Su familia, prácticamente disfuncional, le dio la espalda y vino a vivir conmigo.
“Los nueve meses de gestación fueron normales. Entonces trabajaba en la textilera Alquitex. Allí me ayudaron mucho con la canastilla y poco a poco fui creando condiciones.
“Tras el alumbramiento la situación se complicó.
Ella rechazó a la bebé. No quería alimentarla, porque se le caerían los senos, ni cambiar los pañales sucios. Cuando Dairilys tenía pocos días de nacida, me la dejó y se fue a vivir despreocupadamente; al menos eso creo.”
Aunque a Edy nunca le faltó la ayuda de su madre Alicia y sus hermanos Dania y Aquiles, la vida le giró 180 grados, al tiempo que padre e hija tejían un vínculo especial.
“A veces, cuando salía a las fiestas, alguien llegaba con un aviso de mi mamá. La niña no paraba de llorar. Era increíble: entraba yo a la casa, la acurrucaba en mi pecho, y se quedaba dormidita.
“Así hice el hábito de nunca faltar, ni en los horarios de alimentación ni a la hora del sueño. Puedo decir que hice una vida normal, pero siempre localizable.
“Ahora hay menos prejuicios. Hace 30 años era diferente. Cuando sacaban algo en las tiendas, me tocaba enfrentar un mar de madres y mujeres embarazadas. Sin embargo, la vergüenza no impidió que resolviera mis cosas.”
Nunca a Dairilys le faltaron cumpleaños felices, ni álbumes repletos de recuerdos. Mucho menos una familia. El calor de su madre biológica bien supo regalarlo su abuela mimi. Por supuesto, no todo fue siempre color de rosas.
Tan pronto la niña empezó a crecer, con su razonamiento llegaron algunas interrogantes. “Un día me preguntó por qué si yo era su papá y mimi su mamá, no éramos una pareja. Siempre aposté a la verdad, y ella supo que tenía dos madres, la que la parió y la que la crió”.
Tampoco llegaron en boca de Edy insultos sobre la madre de sangre. Al contrario, todavía justifica su actitud con la vida dura que tuvo de niña.
En cambio, desde la otra parte sí llegaron malas intenciones.“Cuando Dairilys estuvo crecidita, empezó a molestarnos y a amenazar con llevársela. Ni por los alrededores asomaba el nuevo Código de las Familias, y la figura del padre —sabemos— no tiene tanta fuerza como la de la madre ante cuestiones legales”.
Pero en tantos años Edy no perdió tiempo. Buscó la evidencia necesaria y la asesoría profesional que le otorgaron la guarda y custodia de la menor. “De los deberes que pasaron a la madre, ella no cumplió ninguno. Nunca nos pasó la manutención de 30 pesos, ni llegó hasta el portal para pedir llevarla a pasear un fin de semana.
“A veces Victoria y yo nos veíamos en la calle. Me contaba sobre sus cosas, sus problemas, y no me preguntaba por la niña. Tampoco yo le comentaba nada. Creo que lo hacía por temor al reclamo. Tal vez por vergüenza.”
Aunque quiera aparentarlo, nunca será fácil para quien trae hijos al mundo despojarse completamente de ese amor. Más temprano que tarde los años te vuelven vulnerable y haces una parada en el camino para recibir el perdón. La misma clemencia que, a los 23 años, Dairilys logró otorgar a su madre, en primer lugar por el padre que tiene.
A ese hombre le cabe el pleno derecho de adjudicarse los logros de su hija. Porque la sostuvo entre sus manos cuando era frágil, y la animó a dar pasos fuertes cuando la vida le deparó zancadillas. Porque supo ser dos personas en una y convertir reveses en victorias. Porque derrumbó grandes estigmas. Porque, como madre, padre también hay uno solo.