Después de 24 años de pasión por el béisbol, como integrante de la Liga Azucarera, Félix Carbonell amanece cada día acariciando la fibra de los guantes que llegan a sus manos, en la parte final del proceso de elaboración.
“El trabajo que pasaba para tener un guante, y mira, aquí llega a mis manos una cantidad increíble”, dice de manera jocosa mientras recuerda sus tiempos como operador de calderas en el central Abraham Lincoln, donde se convirtió en un amante empedernido del pasatiempo nacional.
Ahora se inserta a la Industria Deportiva en el colectivo del Taller de Talabartería de Artemisa, perteneciente a la Unidad Empresarial de Base Balones Batos Habana.
Cada dedo, la palma…
En su mesa de trabajo, al fondo del salón, William Valle ya recibió el rollo de piel que necesita para la norma del día. Lo acompañan los moldes de aluminio que identifican las piezas a cortar: cada dedo de ambas manos, la palma, los cajones, las manillas, los forros y los dedos del forro.
Ya cortadas, las piezas viajan a la entrada del salón. Allí esperan los auxiliares generales Wilfredo Martínez y Andry González, ambos egresados de la Escuela de Oficios Juan Bautista Quintana.
Ahora forman parte del colectivo. Su función es colocar con una plantilla, y marcar con una tiza, un punto blanco justo donde deben abrirse los orificios para luego tejer el guante. En el puesto de Andry hay, además, un martillo con el cual golpea las costuras que unen las piezas. “Así las ablando”, comenta de manera picaresca.
El arte de pedalear
María Miranda disfruta su labor de costurera. Responde a cada pregunta con los pies en los pedales y la vista fija en sus quehaceres. Asegura que es un trabajo cómodo y la norma se cumple sin dificultad.
Advierte que las interrupciones laborales son pocas. Eso sí, cuando hay déficit de materias primas su economía se afecta. Por suerte, eso ocurre muy poco, enfatiza.
A dos máquinas, Thalía Delgado intenta aprender. Para ella no es tan fácil; todavía siente que le falta mucho para ganar las habilidades de su maestra Delia Martínez, quien ya presentó para jubilación.
Por más de diez años Martínez se entregó a la Industria Deportiva, y antes trabajó en una fábrica textil, con máquinas planas muy diferentes a las que utilizan para dar forma a los guantes de los peloteros, señala.
El final del proceso
Tareas intermedias van de un extremo al otro del taller. Entre las no mencionadas están el viraje del guante, cuando este recibe las primeras costuras, para coser al reverso; también se abren las posiciones donde van los dedos y se ribetea. Pero el proceso final o tejido es el que define la forma y funcionalidad.
Completamente manual, quienes realizan esta tarea emplean una agujeta de metal como única herramienta, para insertar las delgadas tiras de piel por los huecos que bordean el guante. El cordón comienza en el dedo pulgar o en el meñique, y va uniendo todos los puntos. “Deben quedar bien tejidos para evitar que se abra durante el agarre de la pelota”, aclara el exjugador de la liga azucarera Félix Carbonell.
Otras producciones
Cuando la industria lo solicita, además de guantes, confeccionan mascotas, mascotines y mascotas de instructor, comenta María Eugenia Concepción, especialista de Recursos Humanos, y alude a la plantilla de 36 trabajadores, 25 de ellos directos a la producción.
Armando Acosta es uno de los cuatro custodios que, por indicación y seguridad, cierra las grandes rejas del taller a fin de evitar la entrada de personal ajeno. También hay un técnico de calidad y una jefa de brigada que distribuye y supervisa las tareas del día.
Este 25 de junio la Industria Deportiva en Cuba cumple 57 años. Aunque la calidad de sus implementos no compita con las modernas fábricas de las naciones más industrializadas, y las limitaciones económicas los golpean, ellos se precian de su estabilidad y empeño por contribuir a la pasión del béisbol. Con razón: son los primeros en “fildear” líneas y roletazos.