Sin dudas, la figura más polémica en cualquier deporte es el árbitro. No importa si sigue el reglamento al pie de la letra, la riqueza del juego hace que siempre un bando lo critique y el otro –el beneficiado- minimice su labor.
En el fútbol, uno de los más seguidos por la afición, no existe personaje más “odiado”, incluso irrespetado. Por eso pocos son los valientes que se aventuran a tomar un silbato y salir a la cancha a impartir justicia.
Uno de esos, de los que aman tanto el fútbol al punto de no importarle el Sol, las críticas –incluso de los periodistas-, abucheos y hasta ofensas del público, es el sancristobalense Amaury Morales Díaz.
Tras una carrera futbolística que no llegó a donde hubiese querido, pues solo integró el equipo de mayores de Pinar del Río durante dos años, se dio cuenta que no podía estar fuera de las canchas… y encontró en el arbitraje la oportunidad de seguir a su lado.
“Entré a este mundo poco después de terminar mi carrera como atleta, entonces por Pinar del Río. A los dos años pasamos a Artemisa, y comencé a tener más protagonismo.
“Estuve un par de años fuera, porque debí escoger un trabajo mejor remunerado —un árbitro gana menos de 50 pesos por partido de la Liga Nacional de Fútbol, y eso después del Ordenamiento—, pero gracias al apoyo de mis compañeros regresé.
“Para muchos, los árbitros somos el último eslabón de la cadena. Aunque los atletas son quienes brindan el espectáculo, sin nosotros no hay partido de fútbol, ni de ningún deporte mínimamente organizado.
“Las críticas y abucheos siempre van a estar ahí. Puedes considerar que hiciste el mejor partido de tu vida, y siempre habrá quien te cuestione por lo más mínimo. Somos humanos y nos equivocamos como todo el mundo, pero merecemos respeto; la crítica respetuosa ayuda a mejorar, y nosotros contamos con asesores para eso.
“Cierto, el arbitraje en el fútbol cubano, como en muchos otros, necesita mejorar. El reglamento deja muchas decisiones a la apreciación, y uno no sabe qué intención tenía quien pegó una patada o tocó el balón con la mano; depende de la situación de juego. En la preparación está la posibilidad de reducir esas ‘equivocaciones’.
“Nunca vamos a quedar bien con todos, menos aun con los aficionados, sobre todo del equipo perdedor. Es parte del espectáculo y uno aprende a convivir con eso, pues debe estar centrado en lo que pasa en el campo los 90 minutos.
“Los jugadores también protestan, casi siempre, algunos desde el respeto y otros no tanto; solo hay que recordarles quién es la autoridad sobre el campo. Si nos equivocamos, se puede rectificar; para eso hay cuatro árbitros sobre el césped. Aunque se vea más el trabajo del principal, la labor es colectiva: ocho ojos ven más que dos.
“A quienes quieran entrar en este mundo del arbitraje —no solo de fútbol—, les digo que den el paso adelante. No se van arrepentir. Próximamente nuestra provincia abrirá un curso para formar nuevos árbitros. Espero ver a muchos amantes del más universal; si les gusta el fútbol, el arbitraje les gustará más”.